Es el NO y quieren que fijemos el lugar de residencia ahí. Por eso nos echan de nuestras casas. No te pongas así porque no haya ayudas de comedor, que bastante estaban comiendo los niños de la pública. Es por su bien, para que no estén gordos. Mi gobierno me ama, mi gobierno me mima, yo amo y mimo a mi gobierno. Y punto. Que si faltan recursos en la justicia para que pueda ser más eficiente, no pasa nada, se soluciona rápido. Ponemos unas tasas ahora que no nos llega ni para que el cortado pueda ser un carajillo. Los dineros hacen de verja como las que se pusieron en Melilla para separar a los ricos de los pobres. Sólo que ahora los pobres los tenemos dentro. Por eso hay que ir vallando derechos para que los pobres no lo manchemos todo. A la justicia ya no entramos. Para nosotros, paraíso fiscal nos suena a bar de carretera. De los de antes, esos que se han dejado morir en las vías por las que el capitalismo no cobraba peaje. Además ahora los juzgados están con casos gordos, de señores con sobrepeso por haber comido por encima de nuestras posibilidades. Tenemos demasiado gasto farmacéutico así que cada cual se pague y repague lo que necesita. Y los abuelos que se nos vayan muriendo, por favor, que no podemos asumir tanto gasto en pensiones. Oye, y a quien pague, le premiamos adelantando puestos en la lista de espera, como en la oca y tiro porque me toca. La próxima batalla será descongestionar las oficinas del paro, que hay mucha gente. Tendremos que poner una tasa de acceso y que los parados pasen por taquilla a comprar su entrada. Por esta idea, el neoliberalismo debería nombrarme emprendedora del año.

Hablar de la pobreza es demagogia. El problema no es el de, es que hablamos desde. Y si nos mencionamos, existimos. Por eso no quieren que nos nombremos. No quieren que pensemos, no quieren que imaginemos, no quieren que hagamos. No quieren que cuestionemos. Por querer no quieren ni que nos amarremos a ese abrazo que nos mantiene con vida. Muerto el pobre se acabó la rabia. Y si hacemos algo para rebelarnos contra los latigazos del sistema, somos violentos. De toda la vida el bárbaro es quien grita y se remueve de dolor sobre su cuerpo y no el que lo apalea.

¿Sabes de esos aplaudidores profesionales que reciben al poder entre vítores y detrás de una valla respetando escrupulosamente las distancias entre ellos y nosotros? Pues así deberíamos ser, ciudadanos domesticados y no bárbaros, salvajes, embrutecidos, radicales, terroristas. Como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la nueva ETA para este gobierno que tiene como práctica habitual la barbarie.

Podríamos tener la violencia como el colesterol, adherido a las paredes de las arterias y haciéndonos sentir culpables cada vez que no urdimos algo que la sosiegue. Y enfermar de violencia antes de morirnos del todo. Y propagarla por contagio, infección y ósmosis. Porque todo lo que sea hacer y no estar callado, va a ser descrito como violencia. Si el poder ejerce el terrorismo de estado, nosotros seremos los bárbaros, por dignidad.

Activista cultural