Han pasado 30 años desde las primeras elecciones autonómicas, y con ellas, la constitución del primer Grupo Parlamentario del Partido Aragonés (entonces Regionalista) en las Cortes de Aragón, tras la presidencia de la diputación preautonómica por parte del también aragonesista Juan Antonio Bolea Foradada. A esos doce diputados de aquel primer grupo les tocó la ingente labor de cimentar un proyecto en el que estaba todo por hacer, y donde los anhelos e ilusiones se topaban con unos recursos casi inexistentes.

El aragonesismo encuentra sus orígenes, en formas y épocas distintas, desde el siglo XVII. En el primer tercio del siglo XX se retoma con fuerza puntual y localizada, asomada en diversos atisbos más o menos estructurados, pero siempre desde el prisma de la defensa de los intereses de Aragón.

CON LA ACTUAL democracia, el aragonesismo se expresa de manera plena. Su presencia en las Cortes ha sido notoria y decisiva, con tres presidentes del Parlamento y dos del Gobierno de Aragón, y con un impulso sostenido a los más importantes proyectos transformadores y vertebradores de esta tierra. Tras el Partido Aragonés, y lo que supuso el PSA, se incorporó CHA a la vida parlamentaria en 1995. El mayor rédito aragonesista fueron los 19 diputados del PAR en la segunda legislatura, seguido de los 17 que sumaron PAR y CHA en la quinta. Hoy, ambos partidos suman 11. ¿Qué sucederá en las próximas elecciones autonómicas? El futuro está por escribir.

El aragonesismo va ligado a la convicción que mantengamos los aragoneses de que el futuro está en nuestras manos. En una época en que las principales decisiones parecen ser tomadas en Bruselas o Berlín, por troikas, mercados y fondos monetarios... ¿tenemos margen de decisión desde Aragón? Mucho.

Aragón gestiona un presupuesto anual de unos 5.000 millones. De nuestras decisiones depende lo más cercano y esencial, como la sanidad, la educación o los servicios sociales. Nosotros decidimos en infraestructuras, en agricultura, medio ambiente, industria- Lamentablemente todavía dependemos mucho --demasiado-- de Madrid: el Estado descentralizado se ha consolidado, pero no está exento de amenazas ni de populismos que, al calor de la demagogia, prometen futuro desde la involución.

El aragonesismo debe huir del cortoplacismo. Hay que levantar la mirada para analizar las mejores fórmulas para salvaguardar la continuidad de un proyecto propio y diferencial para Aragón, que es muy distinto ideológicamente al de los partidos de corte nacional. Las recientes encuestas publicadas abren escenarios complejos. Uno de ellos, lamentable para los aragonesistas, es la posibilidad de pactos entre declarados recentralizadores.

¿De verdad quieren eso los aragoneses? Con un clima crispado --volvemos a la que parecía superada lucha de clases--, una desafección ciudadana tan acusada y un 70% entre abstencionistas e indecisos, el caldo de cultivo es tan preocupante como motivador. ¿Y si aprovechamos esta oportunidad? ¿Y si apostamos de manera clara y valiente por un aragonesismo social, actualizado, regenerado, de amplia base, donde se pueda sentir cómodo e identificado un amplio espectro de aragonesistas de corazón?

No culpemos a nadie. En nuestra mano está reconciliarnos con el tejido social, con los esforzados autónomos, emprendedores, agricultores y ganaderos, comerciantes, profesionales de la educación y la sanidad- En el medio rural y en el medio urbano. Con los jóvenes, que apuestan por seguir viviendo, pese a todo, en este durísimo pero querido Aragón. Seamos consecuentes y actuemos. Hay que dar el paso con convicciones sólidas e inquebrantables. Pase lo que pase.

Vicepresidente del Partido Aragonés