El libro de Susan George, El Informe Lugano II. Esta vez, vamos a liquidar la democracia es magnífico. Se basa en que unos solicitantes de la élite financiera, piden a unos expertos reunidos en Lugano la elaboración de un informe secreto, --el primero es del 2000-- para seguir liderando el mundo y así el capitalismo en su versión neoliberal persista y se consolide. Los solicitantes y los expertos son ficticios, más esta estrategia le sirve de pretexto para exponer unos hechos plenamente confirmados. Señalan, los expertos, que los vaticinios del primer Informe, en cuanto a los riesgos medioambientales, el incremento de las desigualdades sociales, y de desestabilización financiera, no solo se han cumplido, es que se han agravado.

Les sorprende que ante la crisis iniciada en 2008, no se hayan puesto en marcha políticas contundentes y correctoras para evitar otra nueva. No se han producido cambios políticos, comparables a la New Deal. Los banqueros siguen controlando la política. Los productos financieros sofisticados siguen proliferando. Los paraísos fiscales van a más. Los super-ricos y sus fortunas, no sólo se han recuperado, sino que han aumentado. Los costes de la crisis recaen sobre los ciudadanos de a pie. En definitiva, la clase de los ricos ha ganado, como dijo Warren Buffet.

Estamos inmersos en La guerra del paradigma. Un paradigma es un modelo político, social, económico y cultural que domina el espacio intelectual y cultural de una sociedad en una época. Un cambio de paradigma supone lucha, resistencia y dolor. Hoy pugnan por la supremacía dos paradigmas: el de la Ilustración y el neoliberal. Este va ganando la batalla, al adueñarse del vocabulario y del discurso tiene la hegemonía de las ideas, que hoy están muy consolidadas. Primero en los Estados Unidos, hoy también en la Unión Europea. Aquí les sorprende la facilidad con la que se ha infiltrado en todo el aparato institucional de la UE. Ha sido un proceso, el de las tres SSS, secreto, sigiloso y súbito. De ahí la pregunta: ¿Un golpe de Estado en la Unión Europea? En 2005 las élites de la UE ni previeron ni aceptaron que una mayoría del electorado francés y holandés rechazase la Constitución Europea en referéndum. Reaccionaron con rapidez, iniciando un proceso secreto, nombrando un comité fantasma con altas personalidades y eminentes juristas, para imponer su voluntad. Juntos reescribieron el texto y le dieron otra forma, el Tratado de Lisboa, más difícil de leer pero indistinguible de la Constitución rechazada. Suprimieron la bandera, el Himno de la Alegría y uno o dos puntos meramente formales. En definitiva, como dijo uno de los artífices de la Constitución, Valery Giscard D'Estaing "los gobiernos europeos han acordado algunos cambios superficiales para que la Constitución sea más fácil de tragar". Para Merkel los dos tratados eran exactamente iguales. A nadie se le autorizó organizar otro referéndum, salvo a los irlandeses, porque su Constitución lo exigía. Al rechazar el texto tuvieron que repetir el proceso. Con la crisis financiera los irlandeses forzados votaron sí. Pero además de aplastar la democracia irlandesa, querían más. A partir de 2011, la Comisión Europea adoptó una serie de medidas que rematan la soberanía popular e imponen la austeridad indefinida.

El procedimiento, el de las tres SSS. Primero, con sus grupos de expertos de los lobbys de las grandes empresas y finanzas, la Comisión prepara a escondidas un texto complejo, en una jerga jurídica enrevesada para que los medios de comunicación no la entiendan y así no susciten un debate público. Luego, tras compartir este secreto con sus partidarios del Parlamento europeo y de los gobiernos para que apoyen el texto, la Comisión consigue limitar el debate y, si hace falta votar, aprobar el proyecto de ley. Así no hay necesidad de referéndum alguno. Por último, los Parlamentos de los estados ratifican el texto, sin debate público ni información a la población.

Por ende, la Comisión --organismo no elegido-- ejerce un control total sobre el presupuesto y la gestión de la deuda soberana de cada país. Bajo la supervisión de la Comisión, el Parlamento y el Consejo pueden obligar a los estados a cumplir los criterios de Maastricht, si no lo hacen, recibirán multas cuantiosas. Todo ello es posible gracias al llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento, pero todavía no les pareció bastante a la Comisión y a Alemania, en 2012 se redactó un nuevo tratado con los mismos criterios de Maastricht el Tratado de estabilidad, coordinación y gobernanza, que los estados deben incorporarlo a sus textos constitucionales. Según Merkel, este tratado será "vinculante y eterno" y condenará al continente a la austeridad perpetua. Luego llegó el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) para dar el poder a los bancos y el BCE, que en realidad es un subterfugio jurídico para obligar a los contribuyentes a rescatar a los bancos a perpetuidad.

Todos estos instrumentos jurídicos, de los que los europeos están muy poco informados, sirven para dinamitar servicios públicos y programas sociales en el altar de la competitividad. Los socialistas, idiotas útiles, mientras reivindican una Europa social han votado todos los tratados comentados. Podemos sentirnos satisfechos, aunque vigilantes.

Profesor de instituto