Que algo se mueve en la política española es una evidencia que se viene constatando desde hace años. El bipartidismo, ese turnismo contemporáneo en el que dos organizaciones se alternan en el ejercicio del poder sin que nada sustancial se altere, echando mano de muletas al servicio del mejor postor, parece en crisis terminal. En el ámbito de la izquierda, las experiencias de nuevas alianzas, desde las realizadas en Aragón hasta las que tuvieron lugar en Galicia, si hablamos de España, o el caso de Syriza en Grecia, muestran el deseo social de construir un movimiento antagonista, contrahegemónico, que ponga fin al actual régimen corrupto y antidemocrático sustentado por las burocracias europeas. Cada vez es mayor el número de ciudadanas, de ciudadanos, que somos conscientes de que solo con nuestra participación activa hay alguna posibilidad de parar los pies a la insaciable voracidad capitalista.

Mientras los medios de comunicación, con honrosas e ínfimas excepciones, siguen jugando al apolillado juego de siempre y dando espacio a actores políticos zombis e insustanciales, agostados en su ritual de declaración hueca y contradeclaración vacía, la realidad real se mueve. Aragón, nuevamente, es punta de lanza de esos movimientos. En los últimos días se han sucedido iniciativas, convocatorias, que buscan construir el futuro dando la palabra a la sociedad y construyendo un amplísimo movimiento ciudadano sobre la base de un programa útil a la mayoría social. Porque, como dice el Frente Cívico, una de las organizaciones protagonistas, somos mayoría.

El Frente Cívico Somos mayoría, una organización impulsada por Julio Anguita, activo en Aragón hace ya un tiempo, ha desarrollado toda una serie de actos por Aragón, con la presencia de su número dos nacional, Víctor Ríos, para potenciar la idea de la necesidad de un proceso político en el que se implique la mayoría social para dar a luz, con un proceso constituyente de por medio, una sociedad al servicio de las personas y no de los intereses del capital. Un proceso constituyente que extrae su necesidad del golpe constitucional asestado de consuno por PP Y PSOE, al modificar la Constitución para ponerla al servicio del pago de la deuda y no de los intereses ciudadanos. Víctor Ríos apuntaba también hacia la necesidad de generar un movimiento nacional en defensa de las pensiones, frente a las recomendaciones del informe de los doce sabios, ocho de los cuales están directamente vinculados a aseguradoras que comercializan fondos de pensiones. Más que sabios, se me antoja que son verdaderos listos que han olfateado el olor de dinero fresco y fácil. Todo un clásico en nuestro país.

En paralelo, Ateneo y otros colectivos han organizado el pasado fin de semana la Convención 3D (por la Democracia, los Derechos Sociales y contra el pago de la Deuda), cuyo horizonte vuelve a ser la construcción de un bloque social que haga frente a las agresiones neoliberales desde la participación colectiva y plural. Muy plural, añadiría yo, pues los participantes en la Convención somos conscientes de que el malestar social transciende las tradicionales etiquetas políticas. Por ello, más que autoetiquetarnos, entendemos que de lo que se trata es de definir un perfil programático básico pero nítido que pueda servir como instrumento de interlocución con la sociedad indignada. Un proceso de interlocución al que, a mi modo de ver, es preciso convocar a todos aquellos y aquellas que han mostrado su oposición a las actuales políticas: sindicatos (minoritarios y mayoritarios), mareas, colectivos, partidos políticos de izquierda para, entre muchos y muchas, parir un instrumento útil a la mayoría social.

VIVIMOS un momento histórico, asistimos a una batalla decisoria. El agonizante neoliberalismo no va a tener escrúpulos en llevarse por delante cuanto haga falta en sus estertores, que pueden prolongarse décadas. Es el momento de la convergencia, de buscar estrategias comunes, de olvidar desencuentros. Dos actitudes debemos desterrar: la de quienes, desde la indignación, esperan que sean otros los que les solucionen el problema; por otro lado, la de quienes, habituados a ser protagonistas de la movilización o de la política, miran con recelo el protagonismo social. Hacer frente al expolio al que nos someten los poderes establecidos es cosa de todos. O sabemos entenderlo o se nos llevarán por delante.