El bipartidismo se asienta en que la ley del péndulo es sana para las sociedades democráticas; pero esa idea, como la de que las crisis económicas son cíclicas e inevitables, tiene un trasfondo perverso que desactiva alarmas: la creencia de que nos movemos en un terreno fluctuante pero seguro y que después de las tempestades vuelve la calma sí o sí. Pero nadie está en condiciones de garantizar con argumentos de peso algo semejante.

Lo que desde arriba se percibe como simples círculos a veces son en realidad espirales que conducen a abismos desconocidos. Y hay datos insoslayables. El barómetro de Metroscopia de este mes de septiembre refleja que el 87% de los españoles y el 64% de los propios votantes del PP no confían en Mariano Rajoy y creen que, en general, su partido no está colaborando de forma adecuada con la Justicia. También aumenta casi en diez puntos la abstención, estimada ahora en el 38%, curiosamente la misma cifra de las últimas elecciones griegas, donde tantos problemas hubo a la hora de encontrar apoyos para formar Gobierno.

Que estos números acerquen al poder a un PSOE sin autocrítica ni cambios en su cúpula alimenta la preocupante conclusión de que la pasividad tiene premio, y que es más importante el desgaste del otro (una cuestión de tiempo) que la gestión política en sí.

Se habla tibiamente de "regeneración", pero su condición primera, la transparencia, se pierde entre remolinos de corrupción y mentiras, con el PP vetando comisiones de investigación en el Congreso y tumbando enmiendas que recogen las auténticas demandas sociales, y con el PSOE buscando hoy pactos que, inesperadamente, en julio negaba. Por supuesto, sin que nadie admita incoherencias.

Según el último CIS de julio, la ciudadanía calificaba como mala o muy mala la actuación del Ejecutivo en un 68,9% y la del PSOE en la oposición en un muy similar 68,4%. Hoy, entre ambos, apenas llegarían al 55% de los votos. Aun así, los dos grandes partidos prefieren ver en estos datos una situación circunstancial de crisis. Nos venden sin pudor ni vergüenza el mantra del "hemos tocado fondo" cuando son ellos los que todavía no han hecho pie. Periodista