Barack Obama repite que los ciudadanos lo eligieron para acabar las guerras de Irak y de Afganistán. En ambos países, la implicación de EEUU sobre el terreno ha desaparecido o está a punto de hacerlo, aunque eso no equivalga a paz. Sin embargo, ambos conflictos forman parte de una guerra más amplia y de fronteras indefinidas como es la guerra contra el terror lanzada por Bush. En esta guerra Obama se ha convertido en un beligerante activísimo, y también discretísimo, gracias a los aviones no tripulados, los drones o zánganos, multiplicando por diez los ataques teledirigidos de su antecesor contra terroristas en Somalia, Yemen, Afganistán y Pakistán. En tiempos de recortes, el uso de zánganos se presenta como un arma de bajo coste y alta eficacia. Pero el número de civiles muertos en estos ataques es elevado. Siendo esta una gran objeción a su uso, hay una gravísima cuestión de principios y de moralidad y es la ausencia de un marco legal claro, la falta de transparencia y la impunidad. Y además, la guerra con drones no funciona. En Pakistán, la violencia ha aumentado.