Hombre, tiene que ser muy humillante que te pongan a caer de un burro. Eso sucedió en la última entrega de Top chef, el espacio concurso de Antena 3, que gira alrededor de la cocina.

La variante de este programa es que los concursantes son dignísimos chefs de grandes restaurantes o de sus propios negocios. Cocineros habituados a recoger elogios. En este Top chef se convierten en alumnos que se someten a la intransigencia de sus profesores. Raro, muy raro. Así vemos a estos profesionales recibir broncas de Chicote, que en otros casos supondría tirarse al cuello y decirse algo más que palabras.

Decía lo de la humillación porque una de las cocineras recibió delante de sus narices el desprecio de sus compañeros: Bárbara, una profesional valenciana habituada a gobernar en su cocina. En lo que va de programa hemos descubierto a una mujer incapaz de soportar la presión concursal, muy dubitativa, poco autoritaria con la cuadrilla y tendente al llanto fácil. Condiciones todas que la hacen vulnerable para trabajar en el infierno de una cocina.

Top chef sirve para detectar de paso las pulsiones individuales que se desatan en una competición. Es maquiavélico. Y se descubre otra cosa: que para la cocina, los cocineros no quieren a mujeres. Vuelven así los sambenitos sobre esta profesión acaparada casi masivamente por varones. ¿Por qué? No hay respuesta. Yo hubiera sido incapaz de participar en este programa. Lo dijo uno: "Yo soy un profesional, no me merezco estas broncas".