Opinión

FERNANDO Pérez

Sobre la ayuda a Filipinas

Ayudar al damnificado es algo más que una donación; supone, primero, salvaguardar su dignidad personal

Otra vez volvió a suceder, otra vez en Filipinas. Un país que solo en este año ha sufrido varias catástrofes de gran tamaño de las que no hubo prácticamente ningún impacto mediático, aunque sin duda el tifón Haiyan es de unas magnitudes descomunales: 9.6 millones personas afectadas en 7.488 comunidades, 600.000 personas evacuadas, 80.000 casas destruidas, numerosos fallecidos y desaparecidos, con cifras todavía inciertas. En la ciudad de Tacloban, el Tifón produjo lluvias que generaron inundaciones de tres metros de altura, los equipos sobre el terreno describen las escenas de la ciudad como similares al paso de un tsunami. De Cebu y Panay hay indicios de daños extensos con un 90% de los edificios destruidos o dañados en muchas áreas. Cruz Roja Filipina, que tiene varios equipos de evaluación de daños trabajando sobre el terreno en Tacloban, Ormoc, Norte de Cebú, Antique y Mindoro, sigue entregando ayuda inmediata continuamente, además de los esfuerzos que sus voluntarios en el rescate de atrapados. Los equipos de evaluación rápida de daños y necesidades están comenzando a alcanzar las áreas más dañadas.

El Movimiento Internacional de Cruz Roja está respondiendo al llamamiento de Emergencia, e incluso está presente el CICR por la situación de guerrilla al norte del país. Están en proceso de despliegue numerosas Unidades de Respuesta en Emergencia (ERU,S) de diferentes sociedades nacionales especializadas en agua y saneamiento, logística, telecomunicaciones, salud, distribución de socorro, etc. Uno de los principales retos de esta operación es el acceso de los equipos de respuesta a las áreas afectadas, no solo por los efectos devastadores del tifón, sino también por la cantidad de islas que componen el archipiélago afectado. Toda la respuesta a nivel internacional será insuficiente para una situación así... y Filipinas, como sucedió con Haití, con el tsunami o con el Mitch, se convierte en catástrofe "mediática" por su magnitud.

ESTE HECHO TIENE sus efectos positivos indudables en cuanto a la movilización ciudadana en favor de los afectados, pero estaría muy bien que los medios de comunicación trataran este tipo de noticias con mucho más respeto y sensibilidad hacia las personas damnificadas por la catástrofe. Una catástrofe natural, unida a la pobreza, siempre se convierte en una catástrofe humana, así que no estaría de más que los medios de comunicación hicieran una labor de sensibilización entorno a cómo vivían allí antes del tifón y que explicaran porqué los efectos de las catástrofes naturales en estas zonas son tan devastadoras para la población. Por otra parte, sería muy oportuno que las televisiones del mundo emitieran imágenes de las plantas potabilizadoras dando agua a los afectados, --a los aragoneses, por ejemplo, nos enorgullecería ver cómo una planta potabilizadora financiada por el Gobierno de Aragón, y por lo tanto adquirida con nuestro dinero, hace su labor en el terreno--, o podrían emitir tomas de repartos de Ayuda Humanitaria bien realizados y ordenados. Asimismo, se debería sostener el foco informativo durante más tiempo y hacer entender a los receptores de esas informaciones lo importante que es hacer evaluaciones de necesidades en los primeros momentos y que después de la distribución de ayuda humanitaria se debe mantener el esfuerzo en reconstrucción de infraestructuras y viviendas, en la recuperación de medios de vida y en proyectos de desarrollo.

Estas intervenciones son a largo plazo, a veces duran diez años, y por eso son tan importantes las aportaciones de los ciudadanos. Por eso es tan importante la abuela de 92 años que quiere donar 20 euros para ayudarles, el envío de un simple SMS cuyo coste es de un euro, la persona que tiene más posibilidades y dona 3.000 euros de vez, o la propia aportación de las administraciones públicas. También deberían trasladar los medios el gran valor de la solidaridad ciudadana. Pero lejos de esto, la mayoría de los medios de comunicación focalizan el mensaje fundamentalmente en casos anecdóticos de personas que han resistido durante varios días bajo los escombros o agarrados a un tronco, en emitir imágenes que dañan la dignidad de las personas afectadas, y de sus familias, y en cuestiones como los actos de pillaje, criminalizando en muchos casos la situación desesperada del momento, que viene a unirse a la pobreza que ya sufrían. Es muy posible que lo hagan sin mala intención y por propio desconocimiento, pero deben saber que faltan al respeto de estas poblaciones. Otro mensaje muy manido en este tipo de ocasiones tiene que ver con el lógico caos de los primeros días y con trasladar la idea de que la ayuda no llega... y cuando llega, ya no es noticia.

Ayudar a los damnificados no es solo una cuestión de donaciones y de envíos internacionales espectaculares en los primeros días, ni siquiera de proyectos de desarrollo y reconstrucción sostenidos en el tiempo. Ayudar a los damnificados supone, antes de nada, salvaguardar su dignidad como personas, y en eso los medios de comunicación tienen una posición privilegiada para poder hacerlo. Invítenles a que lo hagan.

Coordinador Cruz Roja Española en Aragón

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