Opinión

JOAQUÍN Carbonell

Caperucita y el lobo

Sobre Ana Pastor circula un sambenito que no le favorece nada: que interrumpe demasiado a sus invitados de El objetivo (La Sexta). Siendo cierto, en realidad esta periodista se limita a evitar los tiempos muertos, la retórica que tanto nos gusta a los españoles. Y frente a todo ello, opone una excelente preparación de los temas. Bien, pues este pasado domingo se ve que le pilló el cuerpo algo indolente porque dejó hablar más de lo habitual al líder de UGT Cándido Méndez. Logró con ello su peor entrevista desde que sigo su trabajo: una cosa sobada, sin gracia, sin respuestas, en un tempo indolente y lento impuesto por el viejo zorro sindicalista.

Al menos antes nos deleitó Ana Pastor con un repaso a nuestro estado de higiene democrática, con esa mirada a la transparencia de nuestras instituciones. Salió lo que sabíamos: que España es oscura como el túnel por el que navegamos.

Un rato antes, Jordi Évole se fue a Suiza. A aprender dónde se mete la pasta cuando uno tiene una fortuna. Los pringaos de siempre (al menos yo) creíamos que esa es una operación solo para ingenieros (contables), pero se ve que está chupao. Un inspector de Hacienda y un profesor de economía le contaron que los bancos hacen malabares con los euros. Y por si faltara algo para colgarnos de la cuerda de la frustración, allí se topó con un empleado de la banca suiza que nos contó el cuento de Caperucita: es decir, el lobo no fue devorado por los leñadores. Sigue vivo y muy vivo.

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