En la campaña que nuestros gobernantes están empeñados desde septiembre, se repite un mantra constante: "Las reformas empiezan a notarse"; "estamos saliendo de la crisis"; "las reformas se notarán en la lista de la compra de las familias" decía Mariano Rajoy en Valladolid el pasado fin de semana. Mensajes optimistas de propaganda ante auditorios entregados o pantallas de plasma. Pero sin duda es en, "2014 será el año que dejaremos atrás el miedo", donde el presidente nos quiere decir algo más, no tendremos miedo a perder el trabajo, a no llegar a fin de mes, a quedarnos atrás en la escala social, al porvenir de nuestros hijos..., es una frase donde reconoce la realidad de una sociedad desconfiada y acobardada por sus medidas depredadoras, a la par que oferta su liderazgo bonapartista de quién está en posesión de la verdad.

Si bien es cierto que el huracán de la segunda recesión parece estar pasando, no hay razones para tanto optimismo cuando los ingresos fiscales están estancados, la deuda pública aumenta 10.000 millones al mes, las exportaciones se ralentizan, la competitividad no ha mejorado desde 2011, ya que el efecto de las rebajas salariales y ajustes de plantillas se está difuminando con la apreciación del euro como moneda fuerte, el escaso crédito sigue encareciéndose al igual que las condiciones de los préstamos, por no decir el aumento de la factura energética y la existencia de casi la cuarta parte de nuestra actividad en la economía informal.

La recuperación que las políticas de ajustes debían generar tras mejorar la confianza de los mercados y sus inversores, así como la mejora de la competitividad exterior, derivada de la devaluación salarial, no están dando los resultados esperados.

Hemos reducido el déficit 4 puntos en cuatro años, a duras penas nos quedaremos en el 7% sin contar los 41.000 millones provenientes del rescate financiero, que también deberemos devolver, pero además hemos aumentado los impuestos, la deuda pública hasta el 100% del PIB, la prima de riesgo anda en función de la respiración asistida practicada por el Banco Central Europeo y la caída salarial del 14'8% entre 2010 y 2012 nos sitúa en la segunda mayor de La UE tras Grecia. ¿Cómo va a reactivarse el consumo y a despegar nuestra economía?

Desde la publicación de la reforma laboral en 2011 se han perdido 650.000 empleos, nueve de cada diez de ellos eran fijos, el paro de larga duración ya es el 58% y las prestaciones por desempleo se han reducido 17 puntos en dos años, hoy solo cinco parados y medio de cada diez cobran desempleo o subsidio. El negativo efecto que esto tiene sobre la renta nos sitúa como el segundo país tras Letonia donde la distribución es más desigual, la consecuencia inmediata es el incremento de riesgo de exclusión, casi el 27% de la población,siendo la infancia y los jóvenes menores de 24 años los sectores más castigados.

En Aragón, desde el año 2008 se han perdido 98.000 empleos; suponiendo una óptima recuperación que nos permitiese crear puestos de trabajo equivalentes al montante de una Opel al año (7.200 trabajadores) nos costaría 14 años alcanzar la empleabilidad del año que comenzó la crisis.

Con estos datos hacer propaganda exclusivamente en base a la evolución de algunos indicadores macroeconómicos es tanto como vender humo, eso en política puede tener malas consecuencias, porque las expectativas incumplidas y las ilusiones frustradas son malas compañeras para los próximos procesos electorales. Se puede estar asentando en el Gobierno la idea de consolidar la devaluación interna (seguir bajando salarios) y la rebaja de rentas a trabajadores y clase media durante los próximos años para recuperar competitividad, garantizar la vuelta de inversiones y ajustar el estado de bienestar al mínimo, o sea, hacer de la crisis el futuro.

Ahí se puede encajar el último informe del BBVA donde estima que necesitaremos 17 años para volver a los niveles de antes de la crisis y el artículo de Juan J. Dolado, miembro de Fedea (activa fundación vinculada al sector financiero) que en un artículo sobre crecimiento del PIB y el empleo decía: "La caída de los salarios reales, los menores costes de los despidos y el ligero repunte de la temporalidad, pueden haber reducido el umbral del valor necesario para crear empleo neto a cerca del 1%. Incluso hasta bastaría con un 0'3% para reducir la tasa de paro dada la progresiva reducción de la población activa, vía desánimo y emigración".