Alberto Garzón, diputado de IU por Málaga, escribía hace poco tiempo un artículo sobre las elecciones primarias en los partidos políticos. Contenía elementos de gran interés, desde una perspectiva de izquierdas. En breve síntesis, decía no ser un entusiasta de las primarias abiertas mientras que propugnaba otros cambios en el sistema electoral español y en las decisiones internas de los partidos.

Las elecciones primarias son un mecanismo entre otros para elegir al mejor candidato. No olvidemos que ése y no otro es el verdadero objetivo. Pero no es el único mecanismo. ¿Por qué hay tanta obsesión por las primarias abiertas? ¿Recurren a ellas los partidos, y a través de ellas a la sociedad, porque ya no son capaces de seleccionar a sus propios líderes? Además, las primarias son solo para elegir al candidato principal. ¿Y qué hacemos con el resto de la lista? El debate no es fácil ni simple. Adelanto mi posición: soy partidario de las primarias cerradas, no de las primarias abiertas. Ahí van mis argumentos.

Efectivamente, el sistema de primarias abiertas podría ser objeto de fuertes manipulaciones, directas o indirectas, por parte de poderes fácticos, ajenos y hasta contrarios a la ideología del propio partido. Por otro lado, convertiría en irrelevante la condición de militante de un partido, cuando es su esencia orgánica. El militante es una persona que entra en un partido para participar en la creación de una opinión organizada y de un proceso de toma de decisiones. Es libre la pertenencia a un partido. Aunque no fue posible durante cuarenta años en los que los partidos estuvieron prohibidos. La función de los simpatizantes y afines de un partido es ayudar, desde una posición de opinión crítica-constructiva, pero no tienen por qué participar en las votaciones internas. Igual que sucede en cualquier organización o Consejo de Administración. Otra cuestión muy distinta es preguntarse si hay verdadero interés en los partidos por potenciar el papel activo de los militantes.

El sistema de primarias cerradas, aunque tiene sus dificultades, especialmente en todo lo relativo a la transparencia del mecanismo, me parece un buen sistema porque da la palabra directamente a los militantes miembros de la organización. Aunque el mecanismo deberá pulirse mucho cuando los partidos se democraticen más y se imponga el interés general al particular. Interés particular que no tiene porqué diluirse sino articularse en buena armonía con el interés general. Las falsas modestias son peligrosas. Si alguien se propone --o se deja proponer-- para ocupar un puesto de responsabilidad pública, es porque en su fuero interno se cree capacitado y con motivación suficiente para hacerlo bien. Incluso mejor que otros compañeros que también se pueden presentar. Esta es la esencia de la democracia. Un partido está integrado por aquellas personas que, compartiendo una ideología y un modelo de sociedad, elaboran una estrategia para la transformación social. Y todo ello con unas prácticas democráticas y de participación de toda la militancia. En plena desafección política, los partidos, lejos de ponerse a la defensiva, deberían intensificar los debates internos, la formación y la participación de sus militantes.

Las primarias abiertas, aparte de ser una moda peligrosa, invierte los intereses ideológicos de un partido político. Unas primarias abiertas parecen que no quieren transformar la sociedad desde los presupuestos ideológicos del partido en cuestión, sino que más bien escuchan la demanda de la mayoría social para adaptar la oferta partidaria y así poder gobernar. Lo que no está mal. Pero puede dejar sin sustancia los presupuestos políticos que deben hacer de levadura en la masa social. Quizás las primarias abiertas sean un buen mecanismo para llegar a gobernar y no tanto para transformar la sociedad. Porque un partido concebido ideológicamente no sólo se limita a escuchar las demandas de la ciudadanía sino que también trata de cambiarlas.

En el caso de España, los partidos de derechas no tienen ninguna necesidad de hacer primarias porque sintonizan suficientemente bien con la mayoría social, que no olvidemos es conservadora. Sea pues bienvenida la práctica de primarias (cerradas) en el PSOE de Aragón. Hágase un ejercicio limpio de las mismas y acéptese el resultado democrático de sus militantes. Por cierto, parece ser que mi nombre ha aparecido como avalista de dos candidaturas. Alguien ha hecho trampa, yo solo avalé a Lambán. Los autores de estas marrullerías intentan manchar un proceso, un partido y a un candidato.

¿Qué hago yo, inorgánico e inapetente a lo orgánico, loando la organicidad política? Porque es imprescindible, a pesar de su mala prensa y su trabajo poco poético.

Profesor de Filosofía