Si García Márquez hubiese fallecido repentinamente sin antecedentes de enfermedad, hubiese provocado una conmoción en el mundo. Un famoso debe saber que nunca debe morirse en fin de semana sin avisar, y sobre todo, en fin de semana de Semana Santa. Abordar un especial, con infinidad de llamadas a famosos, recabar artículos y opiniones, cuando en la redacción han volado casi todos a tocar el tambor, es una canallada.

Por fortuna, la muerte de García Márquez, igual que su propia novela de ese título, estaba muy anunciada. Así fue posible que todos los diarios, todas las radios y todas las teles, tuvieran preparada en la nevera el especial del premio Nobel.

Y sin embargo, y precisamente por esa desbandada laboral, ninguna tele supo programar un mínimo espacio, capaz de dar lustre a este gran escritor. Las pantallas continuaron con su rutinario deambular de santos y cirios. Nadie orquestó algo especial sobre el creador de Macondo, porque al frente de los mandos no había nadie. Supongo que será ahora, a la vuelta, cuando TVE (las privadas, ni caso) tendrá que vincular al colombiano con el cine, el teatro y la tele. Gabriel García Márquez ejerció de guionista en la miniserie Crónicas de una generación trágica que en España no tuvo difusión. Pero supongo que se apañarán un par de tertulias, Página 2 le dedicará un especial, y todos los famosos recalcarán lo mucho que les gustó Cien años de soledad. Uno echa de menos otros tiempos en la tele, cuando la literatura no era un bulto sospechoso. Sobre todo sospechoso.