No contemplo hoy nada en los programas de los partidos políticos vinculado con una defensa de la democracia, cuando es una necesidad imperiosa. Muchos politólogos, sociólogos, filósofos e historiadores corroboran esta opinión.

Wendy Brown en un artículo Hoy en día, somos todos demócratas habla de un proceso de desdemocratización. El poder de los grandes grupos erosiona el poder popular, proceso que ha alcanzado hoy un nivel sin precedente, comprando a los políticos y modelando la política nacional e internacional, y los medios de comunicación que les pertenecen ridiculizan la información pública y la responsabilidad del poder. Hay una interferencia, una fusión del poder de los grupos y del poder del Estado, una transferencia masiva de funciones estatales hacia el sector privado: escuelas, sanidad, prisiones, ejército, policía; banqueros que se convierten en ministros. El pueblo no es capaz de ver lo que hay detrás de estos procesos, ni de cuestionarlos ni tampoco oponerse a ellos. Las elecciones "libres", el icono más importante de la democracia, se convierten en un circo compuesto de márketing, desde el espectáculo de la recolección de fondos hasta la movilización dirigida a los votantes. Los ciudadanos se ven sometidos a sofisticadas campañas, que equiparan el voto con un objeto de consumo. Los candidatos son presentados en un embalaje ideado por expertos en relaciones públicas, más acostumbrados a promover marcas y campañas mediáticas que a la democracia; los programas se venden como bienes de consumo y no como bienes públicos.

El neoliberalismo como racionalidad política ha lanzado un ataque frontal contra los fundamentos de la democracia liberal, modificando sus principios-constitucionalidad, igualdad ante la ley, libertades políticas y civiles, autonomía política- hacia los criterios de mercado, coste-beneficio, eficacia y rentabilidad. Así el Estado no encarna la soberanía popular y se convierte en un sistema para hacer negocios. La racionalidad neoliberal concibe cada ser humano, cada institución, incluido el Estado constitucional, desde un modelo empresarial. Sustituye los principios democráticos por los del manejo de negocios, tanto en la vida política como en la social. Obviamente ha sido destrozada la esencia política de la democracia. Así, poco a poco va desapareciendo la figura del ciudadano que, junto a otros ciudadanos iguales en derechos, expresaba cierta voluntad común, determinaba con su voto las decisiones colectivas y definía lo que había de ser el bien público, para verse reemplazado por el sujeto individual, calculador, consumidor y emprendedor, que persigue finalidades exclusivamente privadas en un marco general de reglas, que organizan la competencia entre todos los individuos. Puro darwinismo social.

Giorgio Aramben habla del declive de la democracia. El actual discurso sobre la seguridad, contrariamente a la propaganda gubernamental, no tiene como finalidad la prevención del desorden público; su función es, en realidad, el control y la intervención a posteriori. Medidas de seguridad que deberían ser excepcionales, al convertirse en permanentes, nos obliga a preguntarnos por la naturaleza de la democracia actual. Una democracia con el único paradigma de gobernación, y como único objetivo, el estado de excepción y la búsqueda de la seguridad, deja de ser una democracia. Sorprende la pasividad ciudadana que acepta tales limitaciones a su libertad, que no las hubiera aceptado hace unas décadas. Los espacios públicos como plazas o calles-espacios institucionales de la libertad y de la democracia- están sometidos a una asfixiante vigilancia por medio de cámaras. El Anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana prioriza la seguridad ciudadana sobre derechos fundamentales individuales Tal entorno se asemeja más a una prisión que a una calle. No podemos sentirnos libres si estamos continuamente vigilados. Nunca hasta hoy la humanidad ha estado más sometida y controlada. Esto no es democracia.

Mientras la democracia esté secuestrada no vamos a salir de este infierno. La recuperación de la democracia vendrá de la izquierda. De la derecha, no, ya que está muy cómoda con la situación actual. Pero debería estar preocupada, porque el neoliberalismo además de anticristiano, es un nuevo Saturno, que tritura y engulle todo lo que encuentra a su paso para alcanzar sus espurios objetivos. Va más allá del deseo de Hayek de prohibir las políticas sociales y redistributivas, el cual pese a su cruzada antisocialista, no pudo prever que potenciar los fines privados en detrimento de cualquier objetivo común iba a cuestionar la democracia misma. El viejo liberalismo al que recurren como fuente originaria y legitimadora del neoliberalismo, es muy diferente, al estar impregnado de profundos valores éticos. Conviene recordar lo que escribían los padres de ese liberalismo. Adam Smith "sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos; reprimir nuestro egoísmo y practicar nuestras inclinaciones benevolentes; esto constituye la perfección de la naturaleza humana", y John Stuart Mill "la idea de una sociedad en la que los únicos vínculos son las relaciones y los sentimientos que surgen del interés pecuniario es esencialmente repulsiva".

Profesor de Instituto