La Feria del Libro de Zaragoza vivió este pasado fin de semana una experiencia muy especial con la comparecencia conjunta de Irene Villa y Teresa Perales.

Ambas acaban de publicar dos interesantes títulos (La fuerza de un sueño, editorial Conecta, el de Teresa; Nunca es demasiado tarde, princesa, editorial Espasa, el de Irene), y las dos se prestaron mutuamente a presentar cada una el libro de la otra. El resultado fue una sinfonía de generosidad y solidaridad, una reflexión sobre la alegría, el esfuerzo y la superación. Una suma de positivismo y un ejemplo a seguir.

Entre Teresa Perales e Irene Villa hay muchos elementos comunes. Las dos han sufrido en grado extremo la crueldad del destino, y experimentado un sufrimiento físico y moral hasta extremos difíciles de concebir, pero que en ninguno de los dos casos logró quebrar su resistencia. Vino después la lucha, largos años de adaptación, más dolor, más caídas y recaídas, hasta que las dos, apoyándose en la dignidad y el valor, en los suyos, lograron emerger de aquellos pozos de desesperación a una luz nueva. Ambas encontraron el amor, se casaron, tuvieron hijos. Y las dos emprendieron una vida pública en relación con el deporte, la sociedad, la política, las organizaciones humanitarias o, ahora, la literatura.

Respecto a esta nueva militancia, tanto Irene como Teresa se muestran, más que cautas, francamente discretas. No se consideran escritoras, ni acarician secretamente la esperanza de que sus páginas reúnan un valor artístico, pero la prosa fluye en sus manos como la sonrisa en sus luminosos rostros. Una prosa, como sus semblantes, que comunica a los lectures limpieza espiritual, tersura, esperanza, armonía y paz. Que describe sin tapujos la tragedia, el vacío, el descenso a la nada; y que, cuando el sol volvió a lucir en el nuevo amanecer de sus vidas, proclamó esa forma de felicidad por si pudiera ayudar a algún otro. ¿Testimonio, autoayuda, literatura de superación? Seguramente, pero también espíritu, una energía que se transmite a través del lenguaje escrito, poniendo, como diría Teresa, sonrisas a las palabras.

Ojalá que ambas, Irene y Teresa, sigan sonriendo, escribiendo y ayudándonos a vivir y a soñar. Porque a su lado somos débiles, y ellas, codo a codo, como cantaría Nacha Guevara, mucho más que dos.