Esos mecenas, que se erigen como tal cuando deciden ofrecer sus colecciones de arte, suelen tener siempre un trasfondo interesado, por lo que llamarles mecenas es una exageración que se les otorga quizá, también, interesadamente. Tal acepción es aplicable a aquellas personas, como dice nuestra querida María Moliner, que protegen, en general, a los artistas o a los que realizan trabajos intelectuales. No creo que sea el caso del recientemente fallecido José Luis Várez, es más bien un gran coleccionista de arte antiguo y medieval que donó, recientemente, al Museo del Prado un conjunto de obras pictóricas excepcionales, entre las que se encuentra la Virgen de Tobed, una magnífica tabla gótica pintada al temple del siglo XIV perteneciente al retablo de la iglesia de esta localidad. Aunque Várez donó este gran conjunto artístico, anteriormente vendió, también al mismo museo, una importante colección de arqueología. Si la generosidad fuera sincera, esa gran colección medieval debería haberla ofrecido al Museo de Zaragoza, entre otras cosas porque las piezas proceden, en su mayoría, de templos aragoneses. Y así se nos ha ido tanto y tanto patrimonio. Este fin de semana he tenido ocasión de visitar el museo de la Real Academia de la Historia en Madrid, allí guardan una de las piezas más interesentes del patrimonio aragonés, es el altar relicario del Monasterio de Piedra. Una joya del gótico mudéjar que sobresale por su originalidad, su narrativa y su colorido pero de complicado acceso para verla. Federico Muntadas la donó y se fue para no volver, eso sí, la podemos ver en la monografía realizada por González Zymla y publicada por la Institución Fernando el Católico de la DPZ. Algo es. Pintora y profesora de C.F.