Habrá que esperar a conocer todos los detalles y reglamentos pero la reforma fiscal que ha aprobado el Gobierno no será la gran reforma fiscal que se pregonaba hasta hace poco y tampoco seguirá demasiado las recomendaciones de la comisión de expertos presidida por el catedrático Manuel Lagares ni las de la Comisión Europea o el FMI. Se trata de una reforma fiscal más modesta, que se centra solo en el IRPF y en el impuesto de sociedades, que se ejecutará en dos años y que --como se desprende de lo que dijeron la vicepresidenta y el ministro de Hacienda-- pretende dar la sensación de una bajada generalizada de impuestos.

La rebaja de tipos anunciada es considerable, pero teniendo en cuenta que el PP subió fuertemente el IRPF cuando llegó al Gobierno y luego también las retenciones e incluso el IVA, es posible que lo anunciado ayer solo retroceda la presión fiscal a la existente al final del mandato de Zapatero. Así, el PP habría subido mucho la presión fiscal en sus tres primeros años de gobierno para bajarla en el 2015, año con varias citas electorales previstas. La rebaja de las retenciones será efectiva a partir de enero, con lo que la inyección al poder de compra de las familias puede animar tanto el consumo privado como la intención de voto conservador.

TUFO ELECTORALISTA

Con independencia de este tufo electoralista, una reducción media del IRPF de un 12,5% en dos años es positiva porque la presión fiscal sobre las rentas del trabajo es ahora excesiva. Mucho más discutible es que el nuevo tipo máximo del 47% (para bases imponibles superiores a 60.000 euros) pierda toda progresividad a partir de esa cifra, porque no debiera ser tratado igual el contribuyente que ingresa 60.000 euros que quien percibe 120.000 o 240.000. Las críticas que denuncian trato de favor a las rentas altas pueden ser acertadas. Más sensato parece el nuevo impuesto de sociedades para homologarnos con Europa y acercar los tipos nominales (altos) a los efectivos (muy bajos).

Queda mucho, sin embargo, por saber. Bruselas ya ha mostrado su inquietud, porque teme que la rebaja nos desvíe del objetivo de déficit. Quizá las cuentas de Montoro estén basadas en exceso en la recuperación incipiente y en la mayor confianza de los mercados que hace que hoy, eso sí, el Reino de España se financie sin dificultades.