Cabía esperar que el ébola viniese a España desde África. Pero que se produjera aquí un contagio por repatriar a dos (¡dos!) enfermos ya diagnosticados y por tanto sometidos a un estricto aislamiento... eso ya resulta increíble. Es evidente que fallaron los protocolos: en las precauciones a la hora de tratar a los dos misioneros, en el seguimiento personalizado de los profesionales que participaron en dicho tratamiento y en lo más obvio, el disparo de todas las alarmas en cuanto uno de esos profesionales diese el más mínimo síntoma. El dato de que la enfermera infectada estuvo seis días (¡seis!) con fiebre y dolores, y solo se le hizo la prueba del ébola porque lo exigió ella misma, pone los pelos de punta. Todo ha sido un puro delirio. El descontrol de las ambulancias, los contactos personales, las viviendas, las camas... pone de manifiesto un descalabro de naturaleza sistémica. ¿Dónde ha ido a parar aquella sanidad pública que competía con las mejores del mundo?

A este desastre no le son ajenas las destructivas políticas sanitarias del PP, que llegó a desmantelar el hospital Carlos III, centro de referencia nacional para enfermedades infecciosas, y luego hubo de ponerlo de nuevo en marcha mal y de malas maneras. Las externalizaciones, las privatizaciones descaradas, el acoso a los profesionales que se resistían, la manifiesta incompetencia de los cargos políticos y técnicos encargados del tema (en Madrid como en Aragón)... todo ha cristalizado en ese maldito contagio (y ojalá sea uno solo) que puede ser letal para la imagen-marca de un país que pretende vivir en gran medida del turismo y que intenta vender eficacia para remontar la crisis.

Con esa ministra de Sanidad (de apellido ¡Mato!) en plan inútil total, un Gobierno desbordado y la vicepresidenta Sáenz de Santamaría a la cabeza del Gabinete de crisis, las terminales políticas y mediáticas de la derecha piden calma y que no se politice la situación. Como cuando el Prestige o el accidente del Yak o el choque en el metro de Valencia o incluso el 11-M. No pasa nada, nadie dimite, TVE emite cortinas de humo... Se han desbordado todos los límites.