El hundimiento de gran parte del sistema español de cajas de ahorros sigue escribiendo bochornosos capítulos. El ministro de Economía, Luis de Guindos, anunció el pasado julio que el FROB, entonces propietario de Catalunya Banc, estaba estudiando concesiones de crédito durante la época del boom inmobiliario en que la entidad habría asumido riesgos excesivos, por si podían constituir delito. Ayer, el ministro confirmó en el Congreso que se han remitido a la fiscalía una veintena de operaciones "irregulares" tanto de la entidad catalana, vendida al BBVA, como de las cajas gallegas. La época investigada corresponde a la presidencia de Narcís Serra --exvicepresidente del Gobierno, exministro de Defensa, exalcalde de Barcelona-- y del director general Josep Maria Loza. A la justicia le corresponderá ahora evaluar si esas prácticas de reparto de crédito sin las debidas garantías, que tanto dinero están costando a los españoles (por ahora ya se han perdido 40.000 millones) tienen algún tipo de responsabilidad penal.

Paralelamente, el juez Fernando Andreu ha citado a declarar como imputados a los dos últimos expresidentes de Caja Madrid y Bankia, Miguel Blesa y Rodrigo Rato, así como al exdirector general Ildefonso Sánchez Barcoj, por el caso de las tarjetas en negro. Ahí tenemos la otra cara del sainete financiero, la del despifarro en gastos suntuarios para mantener contentos a consejeros y directivos. Un complemento ideal que amparaba operaciones irresponsables de gran calado que se dieron en muchas cajas.

POLÍTICA Y FINANZAS

La suma de ambas prácticas evidencia la perversión del sistema. Los ciudadanos observan asombrados el goteo de noticias que ponen al desnudo la relación espuria entre política y finanzas. Si hace unas semanas, a causa de un delito fiscal, asistíamos a la defenestración de Jordi Pujol en el partido que él mismo fundó, hoy vemos como el PP abre expedientes a varios dirigentes --Rato entre ellos--, que pueden acabar en su expulsión. Las organizaciones protagonistas de estos casi 40 años de vida democrática --en las que hay que incluir a patronales y sindicatos-- tienen grandes vías de agua que intentan taponar ahora con medidas ejemplarizantes y regeneradoras. Pero la cita con las urnas se acerca y no está claro que las cosas vuelvan a ser como antes. El mal causado es mucho.