El lindano ya se ha detectado en el embalse de la Sotonera, vaso que ayuda a alimentar miles de hectáreas de regadío a través del canal de Monegros y abastece de agua de boca a los pueblos de su entorno. El consejero de Medio Ambiente anunció que se combatirán esas surgencias tóxicas que nacen en Sabiñánigo y suben y bajan según los días y las zonas "cueste lo que cueste". Más vale, porque la cosa se pone fea y la propia frase lo reconoce. Está por ver si, aunque se destinen los fondos necesarios y posibles, técnicamente habrá garantías de aislar la contaminación a perpetuidad. Y sorprende más que la Sotonera se haya infectado sin haberse rellenado con aguas del Gállego durante la temporada fatídica en la que se han venido detectando los escapes. Si ahora se necesitan esos caudales para dotar las previsiones de la nueva campaña de riego, ¿qué se va a hacer? ¿embalsar y arriesgarse al aumento de los parámetros y esparcirlos o cerrar la tajadera y esperar que escampe reduciendo las dotaciones por hectárea? ¿con qué consecuencias?

Lo que empezó como un foco se está diversificando en una cola de caballo que produce vértigo. Es lo que acostumbra a pasar cuando durante décadas se considera que un desastre latente no es más que un vertido puntual de una época en la que no había regulación preventiva y que el tiempo se encargaría de evaporar. Pues no, como en la corrupción, lo que comienzan siendo hechos excepcionales si no se atajan a tiempo resurgen en forma de cascada. Periodista