Los grandes partidos (sobre todo el PP) han decidido afrontar las próximas elecciones sosteniendo contra viento y marea su propia continuidad. Si nos atenemos a lo que no es más próximo, las candidaturas que aparecen para las próximas autonómicas y municipales contienen pocas sorpresas. Bueno... en realidad no contienen ninguna. En cada formación se vive una feroz pugna por pillar los primeros puestos en las listas, porque a partir de cierto ordinal nada está garantizado. Por lo demás, lo de siempre. Inaudito. ¿Cómo puede ser que políticos profesionales supuestamente avezados y astutos no comprendan que el personal quiere un Sistema renovado y al menos un poco más verosímil que en su versión actual? ¿Es que no son capaces esos mismos linces de hacer un esfuerzo para obtener algo de credibilidad, recuperar la posición y volver a sintonizar con el electorado? Pues no. Resulta desconcertante ver a los supuestos líderes empeñados en no hacer concesión alguna a la opinión pública. Ni aunque les vaya en ello el puesto que tantísimo valoran.

No tengo muy claro qué puede pasar en mayo. Los sondeos arrojan resultados confusos. Hay intenciones ocultas. El cocinado (me refiero al cocinado honrado) resulta dificilísimo, porque han aparecido nuevas marcas de las que obviamente no existe recuerdo de voto. Todo está muy fluido e inestable. La pelea es cada vez más confusa y sucia, y sus resultados parecen dudosos. Pero hay algo evidente, un fenómeno que recorre la comunicación política en toda España (Aragón incluido, no faltaría más): los habituales han decidido no hacer mudanza alguna. Presentarán la oferta electoral que hayan cooptado desde sus aparatos. Esto hay --dirán a la ciudadanía--, tanto si os gusta como si no. ¿Y cómo van a lograr que la gente se trague el sapo? Pues mediante el miedo y el chantaje. Os apuntáis a lo de siempre... o sangre, sudor y lágrimas. Todo lo que no encaje será tachado de venezolano, catalán, inexperto, comunista, estúpido, peligroso, indeterminado, retrógado, imposible, desastroso... incluso corrupto. ¡Corrupto! De verdad que sí: impresiona.