El machismo, es decir, el predominio del hombre sobre la mujer, está tan enraizado en nuestra sociedad que cuesta incluso detectarlo. Supongamos, por ejemplo, que vas a tener un hijo. Lo natural, porque así lo hicieron tus padres y tus abuelos (y a buen seguro otros familiares y amigos) es asumir que debe llevar primero el apellido de su padre. Incluso, dependiendo del país, solo este, porque es probable que ya para entonces su madre haya perdido el suyo. Una costumbre machista a todas luces porque es la madre la encargada de llevarlo dentro de su vientre durante el embarazo y de parirlo. Ahora supongamos, en cambio, lo contrario: que aprovechando que la ley ahora en España lo permite, a diferencia de otros países, decides ponerle el apellido de la madre. Primero, seguramente, tendrás que empezar por convencer a tu pareja (aunque seas el padre), ya que lo habitual suele considerarse lo más adecuado. Decía John Maynard que "la verdadera dificultad no está en las nuevas ideas, sino en superar las antiguas". Después, a buen seguro tendrás que salvar las reticencias de la familia, especialmente la paterna, que al principio podría verlo casi como una afrenta y finalmente te queda explicárselo, o al menos intentarlo, al resto de conocidos cada vez que surja la duda. Algo que deberá seguir haciendo el heredero del apellido materno durante su vida. Pero quizá, cuando este se enfrente a la misma situación ya no asuma que debe ponerle primero el apellido de su padre por ser hombre ni tal vez tampoco otras personas de su entorno. Lo que no quiere decir que hayas superado el machismo, como mucho, al estilo de Julio Cortázar, habrás escrito el preámbulo, pero por algo se empieza.

*Periodista y profesor