Los partidos arrancan, aunque no de forma oficial, una campaña electoral marcada por un nuevo escenario político más competitivo y con una actitud más moderna, que rehuye de la distinción de izquierdas y derechas en busca de otras posturas a medio camino a veces entre la ideología y el simple postureo, un neologismo para definir una manera de actuar impostada cuyo objetivo principal no es otro que remarcar una pose. Y es que en la sociedad actual, tan centrada en la imagen, el simple postureo da y quita votos, como ha quedado patente en las europeas y en las andaluzas, en las que partidos nuevos con programas y propuestas calcadas de otros viejos, como ocurría con Podemos e IU o Ciudadanos y UPD, pero con una pose más afectada y marcada, los han borrado del mapa al tiempo que han desgastado a los partidos más grandes, algo que no lograron estos otros. La presentación del programa económico de Ciudadanos, al más estilo americano, sin entrar a valorar su contenido, no deja de ser eso, postureo. Así, el nuevo look de camisa lisa y perilla arreglada con el que ha aparecido esta semana el líder de Podemos, Pablo Iglesias, quizá tiene más que ver con la progresiva ascensión de Ciudadanos que con su anunciada soltería. Mientras, el líder del PP, Mariano Rajoy, se ha dejado ver en cambio con camisa de cuadros sin perder por ellos los anillos. Y esta misma semana me reconocía con ilusión un líder socialista lo que cuesta andar 200 metros por la calle con Pedro Sánchez. Pero nada comparable con Toni Cantó, que dio un golpe en la mesa de Rosa Díez mientras se deshacía con ella en halagos. Y eso que a estos, decía otro líder ayer, no les va la sonrisa profindent, vamos, el postureo. Periodista y profesor