No nos pongamos estupendos. Ni Juego de Tronos, ni House of Cards, lo que empezó anoche es el juego de las sillas de toda la vida o, como mucho, de los escaños y los sillones. Mientras suene la música todos a bailar al son que toque y en cuanto se pare a sentarse a empentones. Cuantos más jugadores y menos sillas, más fuertes. A falta de partidos con mayorías absolutas para gobernar, como ha sucedido en Andalucía y sucederá previsiblemente en el resto de España --según la encuesta del CIS-- el precio de la silla va a estar más caro que nunca. Si a Susana Díaz le ha jugado una mala pasada la cercanía de las autonómicas y municipales --que por cierto estaban antes que la suya--, al resto de los candidatos tampoco se lo pondrá nada fácil la coincidencia de las generales en el mismo año, que es el verdadero objetivo de los partidos. Un escenario inédito tanto por la cantidad de concursantes como de comicios, y de ahí que cualquier movimiento se mire con detalle y casi siempre con recelo por los electores, que son los que ponen y quitan la música, lo que ya ha empezado a condicionar los pactos, apoyos y abstenciones. Así, con todo, lo más fácil al principio es que cundan la falta de acuerdo y los gobiernos en minoría. En Aragón, los sillones de alcaldes y presidentes todavía van estar más competidos porque a los dos partidos tradicionales, PP y PSOE, y la irrupción de las alternativas de Ciudadanos y Podemos (o la marca con la que se presentan en las municipales) se suman las dos pinzas de la casa, PAR y CHA, que pese al desgaste seguirán en juego. Eso además de otras fuerzas como IU, que según el CIS contaría con apoyo similar a estos últimos. Vamos, un encaje de bolillos.

*Periodista y profesor