La sociedad griega, donde se asientan los pilares de la civilización, se tambalea ahora y los movimientos sísmicos se dejan sentir con fuerza en toda Europa y especialmente en España, incluido Aragón. La composición de las nuevas instituciones no se entendería sin estos. En sus manos está ejecutar la transformación social, económica y política que la situación requiere para que dejen de crujir nuestros cimientos. Las llamadas a la renovación, la estabilidad y la inclusión social de Javier Lambán en Aragón, Pedro Santisteve en la capital o Juan Antonio Sánchez Quero en la Diputación de Zaragoza eran necesarias, pero hay que pasar a la acción para reforzar los pilares sociales y hacer una sociedad más justa, igualitaria e integradora. Una sociedad donde se recuperen los derechos y servicios públicos tan deteriorados durante la crisis como la educación, la sanidad y el acceso a una vivienda y un trabajo dignos, así como las libertades, drásticamente recortadas, como hemos comprobado esta semana con la entrada en vigor de Ley Mordaza, que cercena la libertad de expresión y de manifestación. Una sociedad donde se fomente también la cultura y la investigación, frente a la corrupción y al intervencionismo político y económico en aras de intereses personales y de grandes lobbies que han terminado por afixiar a una ciudadanía empachada de pan y circo. La debilitada estructura de la democracia debe adaptarse para soportar las réplicas y evitar la quiebra social. Ya de vuelta en España, con el terreno todavía inestable pero con la esperanza de un cambio, yo me bajo de esta columna a la que me había encaramado como expatriado para otear el horizonte. Gracias a quienes la habéis soportado.

Periodista y profesor