Leyendo estos días en la prensa local el acuerdo entre la patronal de la construcción y dos de los sindicatos de clase no puedo sino evocar las imágenes de la película de José Luis Guerín En construcción. Este documental de largo metraje nos sumerge en los años de la burbuja inmobiliaria en un barrio tan degradado como el Chino de la Ciudad Condal. Y secuencia tras secuencia nos muestra a dos tipos de personajes: los vecinos de una barriada paupérrima que se verán obligados a emigrar y los paletas que van a transformar un distrito generando pingües beneficios.

Volviendo a la actualidad. Los agentes sociales del ladrillo se reúnen y alcanzan acuerdos para "rescatar" al sector, proponiendo incrementar la licitación pública, reformular los proyectos fallidos y abaratar los costes de la construcción simplificando normas. Cuando menos, curiosas conclusiones.

Incrementar la licitación pública. ¿Para levantar nuevos polígonos y nuevas viviendas mientras la Zaragoza consolidada se deteriora con miles de viviendas vacías? ¿Para extender y segregar más la ciudad bajo la ilusa creencia de la urbe del millón de habitantes? ¿Para levantar fatuos y gravosos pabellones puente? ¿Para aumentar la deuda pública y rebajar el gasto social?

Reformular proyectos fallidos. ¿Para que especuladores obtengan mayores beneficios obviando el interés general? ¿Para que los bancos, rescatados con ayudas financiadas con los sacrificios de las clases populares, incrementen su cuenta de resultados con los rendimientos del suelo?

Abaratar los costes de la construcción simplificando normas. ¿Para emular la artera reforma liberalizadora de José María Aznar de 1998 que auguraba bajadas del precio de la vivienda y que alentó, indubitadamente, la burbuja inmobiliaria y financiera? ¿Para desregularizar un sector obedeciendo los intereses de aquellos que más tienen? ¿Para compensar piadosas y ruinosas inversiones aragonesas en tierras gaditanas?

No aprendemos. Una y otra vez, con fruición, tropezamos en las mismas piedras, bloques o ladrillos.

Parece como si profundizar en la esencia del problema produjese vértigo, obviando el protagonismo de grandes propietarios de suelo y la dependencia de la ordenación y gestión urbanística respecto a la renta inmobiliaria; la hegemonía de la expansión urbanística sobre la mejora interior; la práctica urbanística de nuevas viviendas valorada en términos cuantitativos; la legislación que posterga contenidos materiales frente a aspectos jurídicos y financieros , con miras a mejorar el rendimiento privado del mercado del suelo; los mecanismos legales que privilegian las decisiones de los propietarios mayoritarios de suelo; el apoyo activo y oneroso de la administración que otorga a los terrenos aprovechamientos determinantes de su valor económico teórico que permiten préstamos hipotecarios para obras; la capacidad milagrosa de la Gaceta de generar riqueza, favoreciendo relaciones fluidas entre terratenientes y sociedades promotoras y quienes gozan de capacidad política para aprobar planes.

La aparición de nuevas grúas y plumas no servirá para soslayar la construcción de viviendas en propiedad y no en alquiler, pues el sistema se basa en el crédito que exige plazos cortos de amortización del capital invertido; el agotamiento desde el primer momento de todo el aprovechamiento admitido por solar, pues la venta permite repercutir el coste en los compradores al inicio de la promoción; las viviendas que deben ser vendidas mediante segundos créditos hipotecarios, destinados estos a las clases más favorecidas; la transformación de las burbujas inmobiliarias en financieras; el atraso industrial y la dificultad de competir que alimenta el desplazamiento de capitales hacia el sector inmobiliaria....

Estas últimas reflexiones corresponden a un destacado y sagaz urbanista zaragozano. Y para asombro de algunos no abordan la situación del ladrillo en 2015 sino la ordenación urbanística en la Zaragoza de 1920 a 1943.

Desde entonces la misma película se proyecta una y otra vez variando, en algunos casos, el nombre de los protagonistas pero nunca el argumento ni el final.

Por favor, "agentes del ladrillo", les rogamos que no nos mareen una vez más, cual pobre perdiz, con supuestos nuevos discursos "en construcción". Son más de lo mismo.

Urbanismo y Medio Ambiente FABZ