Cuántas cosas y qué bien hay que hacerlas, para que tu ciudad te dedique un congreso a ti solo. El que se celebra hasta hoy en Zaragoza ha dibujado a un José Antonio Labordeta poliédrico, cuyo legado va más allá, por supuesto, de su ya de por sí importante obra musical y literaria. A glosar el resto de actividades que ocuparon sus 75 años nos hemos dedicado algunos estos días, tratando de redescubrir a una figura imprescindible de la historia reciente de Aragón. Entre esos otros menesteres que, seguramente sin él pretenderlo, acabaron por convertirse en pilares de su vida, se halla, sin duda, su prolífico paso por la televisión. Un medio al que, a finales de los 70, accedió de forma tímida gracias a sus canciones y que terminó por propagar su fama entre los españoles, debido sobre todo a los 29 capítulos de Un país en la mochila. La pequeña pantalla permitió a Labordeta no solo colarse en los hogares de millones de espectadores en su agradecido papel de guía, sino que le regaló a él la posibilidad de enamorarse de gentes y de territorios normales y corrientes. Como le pasaría después durante su etapa como diputado, eran muchos los que se veían reflejados en esa forma tan natural que tenía de encarar la vida. Un lustro después de su marcha, la huella de Labordeta permanece imborrable. También por sus trabajos en televisión. Un medio caprichoso, en el que, sin embargo, suele triunfar la fórmula que permite a la gente reconocerse en lo que ve. Justo como él nos enseñó a quienes somos del gremio. Periodista