El joven profesor asesinado en Suecia el jueves por motivos racistas participó en España el año pasado en un programa de intercambio educativo.

Siempre he tenido dificultad para recordar las caras. Sobre todo cuando se confunden dentro de un grupo de estudiantes. Sin embargo, recuerdo perfectamente la de Lavin Eskandar, a pesar de que era solo uno más entre medio centenar de jóvenes procedentes de Suecia, Italia, Francia, Polonia y España. El mérito es suyo. Durante el viaje educativo en el que coincidimos en Murcia, yo como profesor de un liceo polaco, y él como alumno de un instituto sueco, su carisma, su inteligencia, su sentido del humor y su carácter afable, le hicieron destacar entre todos. Nadie como él encarnaba los valores de convivencia y compañerismo que nos habían llevado a profesores de cinco países a poner en marcha este proyecto.

Cuando conocí la tragedia del pasado jueves en Suecia y supe que Lavin había sido asesinado por motivos racistas no pude resistir la indignación. Indignación por la pérdida de un chico tan brillante como él, pero también por la existencia de otros jóvenes como Anton Lundin-Petterson, capaces de matar por algo tan absurdo como el color de la piel.

Lavin, que trabajaba a sus 20 años como profesor de apoyo en un colegio, murió precisamente intentando proteger a sus alumnos, uno de los cuales, Ahmed Hassan, de 15 años y de familia somalí, también fue asesinado. Por su parte, Anton

Lundin, de 21 años, escogió una espada y un colegio con un alto índice de inmigrantes para perpetrar su macabro plan. Un episodio sucedido en un país como Suecia, con gran tradición de acogida de refugiados e inmigrantes, que sin embargo ya ha sufrido otros ataques racistas, y en un momento en el que tanto allí, como en el resto de Europa, se cuestiona la acogida de refugiados.

El último viaje de este programa internacional fue el pasado mes de abril a Francia, cuando el país todavía estaba sobrecogido por el tiroteo contra el semanario satírico Charlie Hebdo perpetrado por Al Qaeda por fundamentalismos religiosos y en el que murieron once personas. Los alumnos suecos, italianos, polacos y españoles pudieron comprobar esos días las constantes muestras de solidaridad con las víctimas que empapelaban las paredes del centro y conocer de primera mano la emoción con la que profesores y alumnos franceses de diferentes razas y religiones les habían homenajeado.

Ahora, los profesores y alumnos que participamos en aquel programa hemos sentido aún más de cerca las consecuencias del extremismo y el odio racial que, lejos de desaparecer, sigue campando por Europa. Los mensajes políticos y las reacciones en las redes sociales ante coyunturas como la crisis de refugiados y casos como este nos dan la medida de lo que somos.

Periodista y profesor

El profesor y el alumno murieron el jueves en el ataque a un colegio de la localidad de Trollhättan, al sureste de Suecia.