El nuevo ciclo político que asomó tras el 20-D, nacido de unos endiablados resultados electorales, abocó a una situación de difícil gobernabilidad o de un Parlamento ingobernable. Los 123 escaños del PP y los 40 de Ciudadanos carecen de mayoría absoluta para pactar un Gobierno estable, y PSOE, Podemos e IU, más los nacionalistas, hacen difícil la gobernabilidad de España. Otra cosa es que fuera posible una gran coalición a la alemana entre el Partido Popular y el Socialista para gobernar con holgura sin perderse en el desgobierno u otra a tres bandas propuesta por Rajoy entre PP, PSOE y Cs. Pero para eso hace falta querer buscarse desde el diálogo para encontrar aquello que les une, ponerlo a disposición del interés general y facilitar de esa manera el Gobierno estable que pueda resultar desde la generosidad, calculadora electoral en mano.

Sin embargo, y a juzgar por lo que estamos viendo, no va a ser fácil. El PSOE se encuentra en una encrucijada muy complicada con muchos temores consecuencia del marcado descenso de escaños y con la nueva savia de Podemos mordisqueándole los talones. Cualquier posibilidad es arriesgada para su futuro y se atisba una peligrosa división interna que dificulta la toma de decisiones de envergadura con el beneplácito general o de mayorías amplias.

En cualquier caso, y a veces --esta es una de esas veces-- es determinante poder contar con la talla política y altura de miras necesarias para lograr la imperiosa gobernabilidad que hoy por hoy, y lamentándolo mucho, parece ser un dichoso espejismo, un puzle con difícil encaje de piezas.

Mientras el PP espera que el PSOE se abra al diálogo, el PSOE insiste en que no negociará con Podemos la integridad de España e Iglesias anuncia que presentará una Ley de Emergencia Social el primer día de legislatura.

Además y así las cosas, la lucha por el liderazgo del PSOE se ha puesto de manifiesto. Los barones territoriales socialistas con Susana Díaz al frente han planteado a Sánchez duras condiciones para negociar con Iglesias que defiende el referéndum para Cataluña, pero sin Podemos no puede conseguir su objetivo que no es otro que desbancar a Rajoy del Gobierno. Esa es la cuestión.

Siempre he dicho que los intereses personales deben dejar paso a los ideológicos, y los ideológicos al interés general cuando se trata de apostar por el bien común de la sociedad desde el noble ejercicio de la política. Lo contrario acaba por fracturarlo todo. Por desnaturalizarlo y descomponerlo. Por desacreditarlo.

Nos preocupa el actual escenario y el panorama de incertidumbre en el que estamos. La convocatoria de nuevas elecciones generales sería un absoluto fracaso de todos. Una decepción de difícil entendimiento para la ciudadanía y para el ámbito internacional de consecuencias inciertas.

Por eso es tan fundamental que se logre un Gobierno fuerte y estable de amplio espectro, que conformado por los partidos constitucionalistas garantice la estabilidad y defienda la unidad territorial en lugar de la ruptura y el actual modelo de convivencia. Desde el desprendimiento y la generosidad. Desde la cultura del acuerdo y el pacto.

En mi partido aplaudiríamos un Gobierno de concentración nacional. Primero los españoles y las españolas, después el interés personal y el partidista.

Presidente del Partido Aragonés y portavoz en las Cortes de Aragón