Opinión | Palabras con domicilio

El futuro se parece al horizonte

Sí; se parecen bastante y sabemos que progresaríamos más aunando esfuerzos, aunque a costa de ser hormigas más que personas

"Dime papá, ¿el futuro es obligatorio?", le preguntaba un niño a su padre en un chiste del recordado Mingote y el padre, algo estupefacto, mira al chiquillo sin saber qué responderle. Quizá debió explicarle al hijo que el futuro llega siempre aunque pueda consistir sólo en morirse. Otros futuros dependen algo de cada cuál, quiero decir, del que sepamos prepararnos en alianza inconsciente con el azar y no siempre con los políticos, sin que nunca falten los que supongan, que el futuro únicamente, dependa de los políticos. Estos tienen su importancia pero rara vez son decisivos sino frecuentemente, la espuma de las olas, de esa energía que acaba en la arena de las playas o en las rocas de los acantilados.

Alcalá Zamora que tanto discutió con Azaña creyéndose ambos que la República sólo era cosa de ellos, escribió en su Diario que, según cómo les fuera a los unos y a los otros, como vuelve a pasar ahora, el futuro de la institución republicana y de su escenario, el solar ibérico, iba a ser harto distinto; aquel destino tan ansiado primero y tan desdeñado luego. Recuérdese el "no es eso, no se eso" de Ortega que antes de su desilusión había luchado seriamente, por traer la República. Pero luego, si bien abundaban los republicanos, no eran tantos los demócratas capaces de soportar que unas elecciones las ganaran los contrarios y tantos sucesos violentos como acaecieron a partir de mayo de 1931, pasado el entusiasmo de las primeras semanas.

Con mil perdones a los que piensan que el futuro pueda hacerse prescindiendo de las experiencias que nos dejó el pasado y como si no nos hubiera servido de lección; un cambio democrático parecía tan inviable como hacer castillos en el aire, según revelaba aquella temprana lamentación de Ortega; de manera que lo que así se hiciese de nuevo y en el mejor de los casos, sólo serían ensoñaciones. Prescindiendo del azar, imprevisible actor de cualquier porvenir, el futuro únicamente se puede hacer estudiando severamente la parte defectuosa de nuestro pasado y recelando más severamente todavía de las improvisadores "pro domo sua", de esos que ansían una constitución ajustada a la medida del propio pie; algo imposible, claro.

Aprendamos de una vez, que el futuro posible, se hace mejor, empleando ideas y labores conjuntas y superando todo género de "pujas a la llana" en las que ahora, parece que se está transformando nuestra vida política, sin siquiera reparar en que todos los demócratas pudiendo ser buenos electores, cabe que no pudieran ser buenos gobernantes; todos no servimos para todo.

El futuro hay que hacerlo a fuerza de trabajo que a todos nos aproxime más, en lugar de obsesionarnos ciegamente en mantener distancias y perder el tiempo en batallitas menores. Cómo es exigible, debe procurarse un Estado de bienestar que a todos propicie ventajas sin desconocer la importancia de la economía para no emprender ilusos planes revolucionarios si tropiezan con el poderoso inconveniente de no resultar posibles. El progreso requiere una obstinada constancia y un pertinaz laboreo que no simples convulsiones súbitas y menos si fueran sanguinarias.

Escribió Rof Carvallo hace ya algún tiempo, que el trabajo no sólo es una servidumbre o un castigo sino que en muchas ocasiones, es un refugio contra la depresión o contra la angustia. Rof Carballo citaba "una ciencia nueva", ya no tan nueva en el presente siglo, la Ergonomía, cuyos cultivadores se esfuerzan en estudiar las relaciones entre el ser humano, el ambiente en el que se trabaja y los instrumentos que se utilicen para alcanzar la mayor eficacia con el menor esfuerzo más la seguridad e intentando en todo caso, la humanización de las tareas como actores principales e insustituibles en lo esencial, del común de las gentes y no meramente complementarios de las máquinas. Cómo reivindicaron los jóvenes agricultores en el V Foro de Desarrollo Rural, es claro que los tractores no pueden valer más que los labradores, Eso quiero indicar.

Estos días atrás, el Papa Francisco clamó en la mejicana Ciudad Juárez contra los cárteles de la droga que hacen carne de cañón de los miles de emigrantes que buscan un duro porvenir al otro lado de la frontera que les separa de USA y de tantas mujeres que pierden la vida en aquel entorno sin democracia y sin autoridad que, a falta de ella, aún puede hacer peor la situación.

No me olvido: saludos cordiales a mis críticos; sin insultos, naturalmente.

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