Cuando se puso en marcha la central térmica de Andorra trabajaban en la planta 450 personas; si se produce uno de los últimos recortes previstos entre las medidas de búsqueda de rentabilidad actual, la plantilla se fijará en 136 empleos. Así ha ido la evolución de una instalación que ahora está pendiente de decidir si invierte para sobrevivir dos décadas. Hay una comarca en espera del resultado, mientras el presidente aragonés busca un plan de reindustrialización de la zona y acusa al Gobierno central de inacción ante la orden de ayudas.