Opinión | Inteligencia emocional

Lula-silbidos

El planeta languidece. No solo su parte física enferma a pasos agigantados (el aumento incontrolado y acelerado de su temperatura es buena muestra de ello) sino que también su alma ennegrece y se desdibuja. La corrupción invade todo su torrente sanguíneo y la cura parece harto difícil. Cómo poner fin a males como el que estos días vive la sociedad brasileña, perpleja por la última decisión que Dilma Rousseff acaba de tomar para salvar el culo del que fue el jefe de gobierno más aclamado de Brasil y de casi toda América Latina, hoy repudiado por más del 50% de la ciudadanía, por sus causas pendientes con la Justicia (enriquecimiento ilícito, blanqueo de dinero y falsedad documental en el caso Petrobras). Ahora, con su nombramiento como ministro de la Presidencia se convierte en la mano derecha de la presidenta, esquiva los tribunales y se blinda para no tener que pisar la prisión ni en dos vidas más. Será aforado, como nuestra Barberá y tantos otros en España y en el mundo. Tremenda esta pandemia global, imparable, que ataca y daña hasta las estructuras más sólidas de cualquier Estado democrático de Derecho. Complicado va a ser acabar con una metástasis de tan vasta dimensión por muchos silbidos que le lluevan arriba a los Lula da Silva de turno, cuando la máxima que gobierna este planeta no es otra que la que el propio Silva hizo suya a finales de los ochenta, esa de que "en Brasil, cuando un pobre roba, va a la prisión, pero cuando lo hace un rico, lo nombran ministro".

Periodista y profesora de Universidad

Tracking Pixel Contents