Cada época, cada sociedad y aún cada país se autorretrata, define y proyecta a través de las más diversas manifestaciones culturales, artísticas y jurídicas. El hombre (mujer y varón evitando malos entendidos y exageraciones lingüísticas) que creía en el poder no caduco del pensamiento respetaba la filosofía; el que aspiraba a respetar la trascendencia elevaba catedrales; el que solo confía en que el aquí y el ahora prefiere dirigir su razón instrumental a la obtención del máximo de confort y bienestar sin parar mientes en los efectos o daños que su acción u omisión utilitaria ocasione. Hijos del ayer y padres del mañana nuestro encargo nunca es inocente.

Es también incuestionable que una de las funciones más relevantes del Derecho consiste en prohibir las conductas que considera nocivas para el grupo, haciendo de sus letradas barreras un dique de contención al mal. Pero a nadie se le escapa que lo que el Derecho prohíbe por considerarlo perjudicial o inmoral no siempre coincide con lo que los ciudadanos piensan y estiman. Sean muchos, bastantes, algunos o pocos de ellos, a veces los ciudadanos no cumplen el mandato de la norma y no por desconocimiento sino por oponerse abiertamente a él.

A veces, como ahora, en estos días, la cuestión puede verse en el caso de la atención a los refugiados (utilizo esta palabra aunque creo que es una denominación insincera pues son personas sin refugio que lo buscan así que, si son algo, son huidos, pero no tiene nuestro español nombre más ajustado para ellas o no lo conozco yo al menos). En este caso hacer lo que se considera correcto puede muy bien coincidir con lo que el Derecho considera incorrecto. Así, el Derecho noruego prescribe que auxiliar a personas no noruegas o no residentes legales permanentes a trasladarse es tráfico ilegal de personas. Desde septiembre de 2015 hasta hoy son más de 200 los noruegos multados por haber ayudado a desplazarse en sus coches a migrantes sin haber obtenido por ello ninguna clase de beneficio propio que no sea el de cumplir con su idea o ideal de la decencia y humanidad. De tal manera que lo para el Derecho noruego son villanos --y también, dicho sea de paso, para algunos de sus compatriotas a los que no les duelen prendas en amenazar e insultar a quienes han ayudado a esas personas--, para otros esa es la conducta que se espera de los héroes: la de anteponer su moral a la norma aun a riesgo de ser castigado e incomprendido por ello.

Yo tenía entendido que madurar era saber asumir responsabilidades y que era parte de la nuestra administrar y gestionar bien nuestra tierra: Europa. Tal vez me equivocaba, sin embargo no sé cómo seremos capaces de exigir madurez y responsabilidad a nuestros hijos testigos de las decisiones y silencios que nos están llevando a vaciar de contenido estructuras y conceptos como el de los derechos humanos. Según se ve, también cada época se expone y explica por la clase de villanos que genera. Hoy, cuando las imágenes y las palabras parecen exangües, incapaces de mover a la compasión ni aun para salvar las vidas de seres indefensos, yo me pregunto ¿quiénes son los villanos?

Profesora de Derecho. Universidad de Zaragoza