La Semana Santa acabó en una explosión de noticias maravillosas sobre llenos en los hoteles, afluencia de turistas y atascos en las salidas-entradas de las grandes ciudades. El Instituto Nacional de Estadística había advertido previamente que la cartera de pedidos en la industria vuelve a descender, al igual que la compra de bienes de equipo. Pero desde que el crash del 2008 nos hizo trizas la autoestima (en materia económica), la marca España ha vuelto a la época del turista un millón novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve. La contratación temporal de camareros es celebrada como un éxito de las reformas dictadas por Mariano Rajoy. La gastronomía se ha consagrado como gran ciencia nacional. Y los jóvenes que han optado por estudios de carácter científico-técnico se hacen a la idea de que su futuro laboral está en Alemania, Francia, Estados Unidos o Gran Bretaña. Salvo que dejen las matemáticas y aprendan coctelería, cocina o las habilidades propias de quienes guían a los guiris por catedrales, museos y tablaos flamencos.

Por lo visto en las teles (sobre todo en las públicas), el país, además de viajar compulsivamente, ha rezado mogollón. Zapeabas y todo eran procesiones, misas papales, legionarios alzando el Cristo de la Buena Muerte, cofrades y saetas. De lo cual podríamos deducir que, tras este baño de turismo y religión, placer y espiritualidad, los protagonistas y figurantes de la cosa política estarían en óptimas condiciones para acabar de negociar ese gobierno que lleva haciéndose esperar ciento un días. Pero no. Todos los partidos capean como pueden crisis y pugnas internas. Todos hablan de pactos que saben imposibles. Todos fingen y se aferran a discursos y argumentarios tan reiterados como carentes de alguna lógica. Todos pretenden vender a la ciudadanía una actitud (flexibilidad, firmeza, disposición al diálogo, coherencia...) por si volvemos a las urnas. Todos barajan programas que ni son los que ofrecieron durante la última campaña ni de todas formas podrían ser llevados a la práctica. Me jode cantidad generalizar... Pero es que son todos, todos, todos.