Opinión | El salón dorado
De terroristas e hipócritas
El 14 de agosto de 2002 publiqué un artículo en esta misma sección, donde me mostraba en contra de ilegalizar a Herri Batasuna, y dije que a los de Batasuna había que vencerlos en las urnas y en la calle, y que a los terroristas se los persigue, se los detiene y se les aplica el Código Penal. Catorce años después ETA es, y ojalá siga siendo así para siempre, un terrible recuerdo en la memoria colectiva. Varios de sus militantes siguen en la cárcel, pero otros ya han cumplido sus penas; unos han pedido perdón y han reconocido sus crímenes, pero otros se pasean por estudios de televisión y de radio sin mostrar arrepentimiento por los asesinatos cometidos.
En estos días se ha montado un enorme revuelo por las visitas que Arnaldo Otegui, condenado a varios años de cárcel y a unos cuantos más de inhabilitación para ejercer cargos públicos, ha girado al Parlamento europeo y al catalán. No sé que méritos suma el señor Otegui para recibir semejante trato en esas instituciones, y tampoco comprendo cómo es posible que un hombre como este, de raíces violentas, carente de sentimientos, de discurso inane, insolvencia intelectual, ideas vacuas y ademanes altivos y chulescos, sea un foco de atracción y un líder para algunos. En una sociedad medianamente avanzada y culta, Otegui no jugaría el menor papel político y sería un personaje irrelevante. En mi opinión, debería arrepentirse y contribuir con el ejemplo a que no vuelva el terrorismo; pero allá él con su conciencia, si le queda.
Entre tanto, unos por rechazo y otros por admiración, lo han convertido en una estrella de los medios de comunicación. Y como la política española nada permanentemente en las aguas de la hipocresía, los que antaño denominaban a la banda terrorista ETA como "Movimiento Vasco de Liberación Nacional" (lo hizo en su día José María Aznar cuando su gobierno conversaba con los etarras), o los que negociaron con los terroristas en Argel (como hizo el gobierno de Felipe González), o los que llamaban a Otegui "hombre de paz" (lo hizo José Luis Rodríguez Zapatero), ahora se rasgan las vestiduras por lo que está sucediendo. Cinismo en estado puro.
Y en estas, a la Delegada del Gobierno en Madrid (¿de dónde la habrán sacado?) no se le ocurre otra cosa que prohibir las banderas esteladas en la final de mañana de la Copa de fútbol, equiparando la ostensión de este símbolo con el terrorismo, el racismo y la xenofobia. ¡Será torpe! Escritor e historiador
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