La segunda vuelta celebrada el 26-J fue inevitable porque nuestra joven democracia no conocía un escenario multipartidista como el que salió de las urnas el 20-D. Los cuatro partidos políticos mayoritarios no pudieron, aunque tampoco quisieron, llegar a acuerdos: el PP porque estaba en una soledad tan absoluta que renunció incluso a intentar la investidura y el PSOE y Podemos porque se impusieron tantas líneas rojas, entre las que destaca la cuestión catalana, que inicialmente lo dificultaron al máximo. Finalmente, la torpeza de Podemos repartiendo ministerios en un hipotético Gobierno con el PSOE y la también torpeza del PSOE alcanzando un acuerdo con Ciudadanos al que hasta ese mismo momento calificaba de ser "la misma derecha que el PP" hicieron imposible cualquier posibilidad de pacto.

Muchos aventuramos entonces una segunda vuelta, aunque advertíamos de que para afrontarla con éxito desde la izquierda había que reflexionar sobre los programas electorales matizando aquellos aspectos que provocaban el desencuentro y sobre todo había que ponerse guantes de seda para evitar que se produjesen heridas entre PSOE y Podemos como consecuencia de su legítima rivalidad. PSOE y Podemos hicieron justo lo contrario por lo que la distancia entre ellos es hoy mayor que la existente hace seis meses. Igualmente, el desencuentro entre los dos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos es hoy también mucho más grande.

La consecuencia de todo ello es más que evidente: los ciudadanos, que no son tontos y empiezan a estar muy hartos de la torre de Babel en la que se ha convertido la política española, han castigado en las urnas a estos tres partidos. El PSOE ha perdido cinco diputados, Ciudadanos ha perdido ocho y Unidos Podemos ha mantenido el número de escaños pero ha perdido un millón cien mil votos, más de los que teóricamente podía haber sumado de su confluencia con IU. Por el contrario, el PP, que se ha limitado estos meses a no hacer nada, ha ganado catorce diputados.

No es objeto de este artículo exponer las múltiples causas del fracaso electoral de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos. Tan solo diré que se equivocarán si no realizan una profunda autocrítica y si sólo culpan al enemigo externo como la causa de su fracaso. Porque, efectivamente, en sus resultados electorales algo ha influido el brexit y también los miedos a lo desconocido, pero sobre todo los electores han castigado las divisiones internas, las broncas parlamentarias, las actuaciones prepotentes, los desprecios, el acuerdo PSOE-C's escasamente justificado. Es el momento de que cada partido perdedor haga una autoevaluación sincera y para ello debe contestarse a la cuestión principal: ¿qué es lo que yo he hecho mal para tener estos resultados?

Algunos intentamos explicar esta situación y justificar determinados comportamientos políticos aludiendo al novedoso escenario multipartidista, a la juventud de tres de sus líderes, a la necesidad de ir superando una etapa detrás de otra dejando que la fruta madure... Pero ya hemos visto que estas explicaciones no han sido suficientes para varios millones de ciudadanos que fueron a votar el 20-D y que no lo han hecho el 26-J para "castigar a los políticos que no han sabido hacer bien su trabajo". Son palabras textuales de mucha gente.

Si me lee algún político le sugiero que piense en la indignación de toda la ciudadanía si dentro de seis meses vuelve a producirse una tercera vuelta. Y concretando en los votantes de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos piense también en el nivel de cabreo que se les producirá si no impiden un Gobierno del partido que, aunque haya sacado mejores resultados electorales, es el autor de los mayores recortes laborales y sociales que se han producido en España, abocando a millones de personas a situaciones de pobreza y es el partido bajo cuyo mandato se han producido gravísimos episodios de corrupción en muchas instituciones. Efectivamente estoy hablando de un pacto de Gobierno del PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos. No había condiciones objetivas tras el 20-D para hacerlo, pero creo que hemos aprendido bastantes cosas a lo largo de estos meses y de los resultados del 26-J. El PP lo calificará como un pacto de perdedores porque los tres han perdido escaños y votos pero suman 188 diputados, doce por encima de la mayoría absoluta.

Habrá que aparcar algunas cosas como el referéndum catalán o el contrato único, por poner algunos ejemplos, pero estoy convencido de que podrá avanzarse en una ley educativa consensuada, en nuevas leyes reguladoras del trabajo, en una nueva ley electoral, en la ley de la dependencia... y en otras tantas medidas tan necesarias como urgentes. Posiblemente este Gobierno que propongo no deba agotar el horizonte de una legislatura, pero será importantísimo para conseguir esos objetivos programáticos y sobre todo para restablecer la confianza entre los ciudadanos, la política y los políticos. Si por el contrario PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos siguen con sus políticas de confrontación, el hartazgo será mucho mayor, las dos Españas estarán cada vez más enfrentadas y volverá a producirse la desafección hacia la política que el 26-J empezó de nuevo a percibirse con bastante claridad. Profesor y abogado