Dice Pedro Sánchez que cualquier contacto con Mariano Rajoy (de negociar por supuesto ni hablamos) es prescindible. Esta es una grave y gratuita conclusión que dice muy poco de un talante democrático, de una actitud responsable o sencillamente de una predisposición sensata. Sucede sin embargo que, paradójicamente, quien ha caminado a marchas forzadas hasta llegar a ser prescindible es el propio Sánchez. Dentro y fuera de su partido. Por méritos propios. Por una terquedad inexplicable. Por darle la espalda a los españoles.

En el debate de investidura de Rajoy ha dicho que no por activa, por pasiva y por perifrástica. Ha dicho que no a Rajoy pero también a la solución del bloqueo político al que el PSOE nos ha condenado tras las primeras y las segundas elecciones.

Nadie podíamos imaginar que tras la desnortada y nefasta etapa de Zapatero, que dejó a España y a su propio partido tiritando, iba a ser posible encontrar a un dirigente socialista tan irresponsable que acabara jugando, desde la atalaya de los peores resultados obtenidos en la historia del PSOE, con el futuro de millones y millones de españoles que no se merecen a políticos más preocupados por su supervivencia personal que por la de aquellos que necesitan que el Gobierno tome decisiones en un momento crucial para consolidar la salida de la crisis y afianzar el crecimiento y la prosperidad que está hoy a nuestro alcance y que el no de Sánchez hace peligrar objetivamente.

Sánchez ha dicho que no y con su cerrazón asume el peor protagonismo político que se pueda imaginar en una coyuntura histórica como la que estamos viviendo. Dice que no creyendo que la única posibilidad (quizás sea así) que tiene de seguir siendo alguien en política, de seguir sobreviviendo a los suyos, de mandar sobre los restos de un socialismo en ruinas, o de no pasar a la posteridad como el último en cerrar la puerta de un partido centenario, sea presentarse ante su parroquia como la gran esperanza roja de la izquierda. La disparatada secuencia de elecciones a lo mejor se lo concede. Si no lo consigue, al menos, habrá ganado tiempo, que es lo que busca desesperadamente. España le da igual. Los españoles le importan un bledo. Su partido también. Su círculo depende de su supervivencia. Europa que diga lo que quiera. Los antiguos dirigentes socialistas para él son eso, antiguos. Él, a lo suyo, él, a su libro, al no.

ESTO ES lo que nos espera. España, dependiendo de un prescindible que antepone su beneficio personal al del resto de ciudadanos que cada día cuando se levantan para ir a trabajar, cuando luchan por su familia, por una vida mejor, por un futuro para sus hijos o para mantener el bienestar social de sus padres y no entienden lo que un irresponsable político está haciendo con sus vidas. Pero tan irresponsable es él, por acción, como esos barones y dirigentes socialistas que desde su silencio calculado y su equidistancia premeditada están esperando que la fruta caiga madura por su propio peso y que nadie pueda decir que ellos han sido los responsables de haber cambiado la historia del socialismo haciendo posible un Gobierno de centro derecha en España. ¡Qué falta de altura! cuando ellos en conversaciones privadas y discretas aseguran que esta situación es insostenible y que Sánchez no puede seguir un minuto más. Eso sí, unos dicen un día ante la opinión pública aquello de que si Rajoy se presentaba con 170 votos favorables quién podría echarlo atrás, otros llaman a la abstención de su propio partido, otros dicen que ahora tras el fracaso de la investidura hay que vislumbrar otras posibilidades, otros llaman a repensar lo acordado y piden una nueva reunión de comité federal u otros apuestan por una nueva investidura con Podemos y Ciudadanos. ¿Esto es un partido serio? ¿Esta gente puede dirigir un país? ¡¡Que locura!!

Pues esta y no otra es la realidad de un partido, el PSOE, que lleva bloqueando y paralizando este país casi un año. Esta y no otra es la realidad de un país secuestrado por un líder que jamás debió serlo y que se ha hecho lamentablemente prescindible.

Diputado del PP al Congreso por Zaragoza