Es posible que Donald Trump sea lo mejor que le ha pasado a la prensa desde que esta inició su vertiginosa decadencia. Es evidente que con una prensa poderosa, Trump no se hubiera podido permitir ni la mitad de las salidas de tono, mentiras manifiestas o manipulaciones flagrantes que está perpetrando día tras día. Pero llegó al poder en el máximo apogeo del poder de Twitter (también esto pasará) y con una prensa puesta de rodillas. Así como en España los periodistas vivimos nuestro peor momento cuando Rajoy convocó una rueda de prensa a través de un plasma, y nadie se levantó y se marchó de la sala, en Estados Unidos la humillación ha tardado un poco más, pero también llegó; fue hace unos días, cuando Trump afeó a un periodista que su medio (nada menos que la CNN) era una porquería. Y todos los demás colegas se quedaron sentados como ovejas en la sala. Bien. Hoy, medio Estados Unidos cree que Trump no debería gobernar sus destinos, y esos millones no se conformarán con escuchar solo su versión de la realidad en 140 caracteres. Si se da la conjunción de unos empresarios que entiendan que la prensa puede volver a ser un negocio, y que para ello tienen que contar con buenos profesionales; si se da la conjunción de que esos profesionales se curren el trabajo y no vivan de lo que fluya de los gabinetes de prensa; y si además, los ciudadanos vuelven a apreciar que alguien les cuente lo que pasa en realidad, y no se conforman con la intoxicación que fluye de la twiterrea de Trump, justo en ese momento el periodismo podrá tener un futuro. H *Periodista