Es imposible analizar todo lo sucedido en las presidenciales francesas, que han visto el triunfo de un hasta hace poco desconocido tecnócrata de 39 años -sin partido detrás- que quiere recomponer el mapa político y cerrar el paso al populismo de derechas (Le Pen) y de izquierdas (Mélenchon). Un nacionalista que cree que Francia, sin Europa, sería bastante menos. Mucho depende de las legislativas del 11 y 18 de junio, pero la elección de Emmanuel Macron será quizá lo más relevante de la política europea en el 2017. Ahí van cinco apuntes.

1Se decía que el populismo proteccionista, contrario a la inmigración y nacionalista, dominaría Europa. De momento perdió en Holanda y el domingo pasado en Francia. Marine Le Pen dijo que la elección enfrentaba a los patriotas y a los partidarios de la globalización y que una mujer mandaría en Francia: ella o Angela Merkel. El resultado ha sido del 66,1% para el europeísta Macron y el 33,9% para la candidata del Frente Nacional. Contundente para una Francia en crisis y con un paro que duplica el de Alemania (pero que es la mitad del de España).

2Alemania es un éxito económico y -contra lo que dice la ignorancia de izquierdas y de derechas- el Banco Central Europeo, comprando deuda pública, ha ayudado a muchos países. España e Italia, y también Francia. Pero una Europa dominada solo por Berlín es incompleta. Macron cree que una Francia revitalizada puede equilibrarla y mejorarla.

3Macron cree que las ideologías de los viejos partidos dominantes -la derecha y el socialismo clásico- tienen mucho de desfasado. En el mundo globalizado hay que tener una economía dinámica y empresas competitivas para poder mantener un Estado del bienestar que no puede fosilizarse. Para este programa -que cree que exige una urgente flexibilización del mercado laboral y reducir a diez los niños por aula para garantizar la igualdad-, liberales y socialdemócratas, si son pragmáticos, deben ir unidos. Les separa la historia, no las exigencias de hoy.

4Pero este programa exigiría que el partido en gestación de Macron, La República en Marcha (LRM), con incorporaciones de liberales, gaullistas y socialistas, sacase mayoría absoluta (o casi) en las legislativas. Y que luego se aprobara como quiere Macron y para ganar tiempo la reforma laboral por ordonances (similar al decreto ley). El LRM ya ha hecho públicos los nombres de más de 400 candidatos para las 577 circunscripciones. El 52% son nuevos en política (algo sin precedentes), y el 50% son mujeres. Quedan más de 100 por negociar. A Manuel Valls no le admiten en la lista porque ha sido diputado tres legislaturas (incompatible), pero no presentarán candidato contrario. La incorporación de liberales estará condicionada por el nombramiento del primer ministro, que se sabrá el lunes. Pero ya hay dificultades. Se han incorporado más de una veintena de socialistas (entre ellos el diputado Richard Ferrand, secretario general del LRM), pero el centrista Bayrou, aliado de Macron desde antes de la primera vuelta, quiere contrapesar con más candidatos que los 35 asignados.

Macron tiene el inconveniente de que carece de toda experiencia en las ásperas negociaciones de partidos y que los aparatos son fuertes (y sectarios) pero difíciles de reemplazar o ignorar. Las últimas encuestas dan al LRM el 29% de los votos por el 20% de la derecha, otro 20% de Le Pen, el 14% a la izquierda de Mélenchon y el 7% a los socialistas. Le faltan votos y pactos para asegurar una mayoría suficiente en una elección a dos vueltas en 577 circunscripciones.

5No bastará la mayoría suficiente, porque la contestación social y de la derecha nacionalista a su programa será fuerte. Macron lo sabe y en su discurso de la victoria dijo que la tarea era inmensa. Ya se ve qué inmensa y complicada. Pero el nuevo presidente tiene una ventaja. Ni ganó el domingo ni ganará en junio -si así pasa-ocultando su programa o prometiendo felicidad sin costes como le pasó a Mitterrand en el 81 (rectificación en el 83), a Chirac en el 95 denunciando la fractura social y enfrentándose a una huelga general a finales de aquel año, a Sarkozy, y finalmente al pobre Hollande, que decía que su adversario era el mundo financiero y ha sido víctima del pensamiento socialista mágico. La ventaja es que Macron no ha ocultado lo que quería.

Europa está pendiente de París. Y quizá el mundo, salvo Trump, que, por suerte, está ocupado con el FBI.

*Periodista