Las preguntas pueden ser capciosas. ¿Qué prefiere usted, que se cree más empleo para que salga más gente de la miseria o que suban los salarios de los que ya trabajan? A pesar de que a todo el mundo le gustaría ganar más, la mayoría de la gente de buena fe se decantaría de forma solidaria por la primera respuesta, Pero, como ocurre en tantas cosas de la vida, el mercado laboral no ofrece respuestas en términos de blancos o negros. Están los grises. La realidad es que en España se salió de la crisis con una devaluación salarial drástica que permitió mejorar la competividad de las empresas. Si en su momento estuvo justificada para salvar las compañías de la quiebra ante unas fuertes caídas de los beneficios, esas circunstancias excepcionales ya no se producen ahora, al menos con la misma intensidad o en todas las empresas. Las estadísticas laborales reflejan que la remuneración media por asalariado ha vuelto a caer el 0,1% en el segundo trimestre del año respecto al mismo periodo del año anterior. Los beneficios empresariales en el mismo periodo aumentaron el 3,6%. Se mire por donde se mire, España aún no habría recuperado los niveles salariales del 2007.

Paralelamente, la economía española va como un tiro. El Gobierno ha revisado al alza el crecimiento previsto para este año. Por eso sorprende que los responsables del área económica del Gobierno Luis de Guindos y Fátima Báñez mantengan el discurso de priorizar la creación de empleo por delante de la recuperación salarial como si fueran incompatibles ambas cosas.

Una de las claves de la paz social en Alemania son los acuerdos que se producen entre empresas y trabajadores. La confianza mutua permite que, cuando hay pérdidas, se pacten muy rápidamente sacrificios salariales temporales para evitar que el negocio cierre. Pero cuando la compañía regresa a las ganancias, se compensa el esfuerzo con pagas de beneficios y la recuperación automática del salario perdido. Los trabajadores ceden rápido porque sienten que van en el mismo barco.

*Periodista