¿Es el independentismo un fenómeno propio de Cataluña, algo así como una planta endémica del país, o tiene algo en común con otras convulsiones políticas que se están produciendo simultáneamente en la mayoría de países occidentales? Pienso que la pregunta es pertinente y necesaria. Necesaria para no obsesionarnos y atemorizarnos en demasía, sin que este signifique banalizar las consecuencias de lo que está ocurriendo en Cataluña. Pero tomar distancia nos permite sacar la mirada de nuestro ombligo y adquirir perspectiva.

En mi opinión, estamos asistiendo a un nuevo cambio de ciclo político en las democracias liberales occidentales. La etapa neoliberal y cosmopolita que se inició en los 80 ha tocado a su fin; una nueva etapa neonacionalista está emergiendo para un largo período. Dependiendo de las circunstancias y preocupaciones dominantes en cada lugar, sus manifestaciones serán distintas: el brexit, el triunfo de Trump, el creciente autoritarismo en Polonia, Hungría o Turquía y el aumento del apoyo a partidos populistas de derecha e izquierda. Pero todos tienen en común una nueva orientación política nacionalista frente al neoliberalismo anterior.

Este neonacionalismo representa un reto para el orden político liberal de nuestras democracias y también para la unidad de alguno de los estados nacionales. Las consecuencias dependerán de cómo se sepan atender las preocupaciones sociales y de cómo los partidos liberalconservadores y socialdemócratas logren afrontar las causas de fondo.

Estos movimientos pendulares son habituales en la historia moderna. En los últimos cien años hemos asistido a tres virajes. El liberalismo económico y político clásico fue hegemónico desde las décadas finales del siglo XIX hasta el periodo de entreguerras del primer tercio del XX. A la salida de la segunda guerra mundial el péndulo giró y la socialdemocracia y el keynesianismo económico fueron dominantes. Pero en los años 80 el péndulo volvió a girar adoptando una orientación neoliberal y cosmopolita. Esta etapa tocó a su fin con la crisis del 2008. Desde entonces asistimos al surgimiento convulso de un ciclo de orientación neonacionalista.

¿Qué fuerzas mueven el péndulo? Albert O. Hirschman, un prestigioso economista y ensayista del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, dio una explicación que me gusta: los excesos de una etapa son el caldo de cultivo de la siguiente.

¿Qué excesos de la etapa neoliberal mueven ahora el péndulo hacia el neonacionalismo? El principal impulso procede de la creciente desigualdad en la distribución de la renta y del consiguiente deterioro de las condiciones de vida y de las oportunidades de la mayoría de la población, incluyendo clases medias y acomodadas. La caída de los salarios que la corriente neoliberal impuso en los años 80 para controlar la inflación de la década anterior ha acabado por crear una sociedad tremendamente injusta y una economía anoréxica y de baja productividad, con un fuerte dominio de los acreedores sobre los deudores.

Este nuevo nacionalismo viene acompañado de un nuevo intervencionismo económico. Tanto por parte de los partidos de izquierda como de los liberalconservadores y socialdemócratas. Theresa May en el Reino Unido o Donald Trump en EEUU son un buen ejemplo. Pero también lo es Emmanuel Macron: ha nacionalizado los grandes astilleros de Saint Nazaire para evitar su compra por inversores italianos. Los márgenes de acción de este nuevo nacionalismo e intervencionismo los veremos poco a poco.

Llegados a este punto, se preguntarán qué tiene que ver esto con Cataluña. A mi juicio, mucho. El viraje hacia el independentismo se relaciona con el agotamiento de la etapa neoliberal. Curiosamente, ese viraje fue propuesto por la misma persona: Artur Mas. Recuerden que después de su triunfo en las elecciones del 2010 su Gobierno se definió como business friendly y favorable a las políticas de austeridad. El malestar social que explotó en el 2011 y el 2012 contra esas políticas le hizo virar hacia el nacionalismo independentista. Posiblemente un viraje personal demasiado brusco y rápido. Otros tomaron su relevo. Como pasa en otros países, el neonacionalismo catalán está experimentando con los límites de la democracia liberal, del Estado de derecho, de la pertenencia a la UE y al euro. Los márgenes son más estrechos de lo que los independentistas pretenden. Pero, en todo caso, el límite lo pondrán los ciudadanos en sucesivas elecciones.

*Catedrático de Política Económica