Hablando del asunto, afirmaba Erich From (La revolución de la esperanza), que la posibilidad de construir robots semejantes al ser humano pertenece al futuro. Y añadía con cierto acento irónico que en el presente ya tenemos seres humanos que actúan como robots; hasta ahora, los robots, que uno sepa, no pasan de ser ordenanzas y resulta un poco arduo imaginarles como nosotros, quiero decir, con defectos parecidos a los nuestros y claro, sin alma, que a tenerla no llegan.

A finales del pasado siglo, leí en los medios una noticia según la cual, la NASA estaba preparando un robot capacitado para pasearse durante un año por la superficie del planeta Marte, enviando a su madre la NASA, una preciosa información sobre tantas cosas como desconocen hasta los más sabios de nuestra casi innumerable tribu de la Tierra.

El ingenio encargado de percibir y remitir a la Tierra semejante información, desconozco si será igual o más grande que un pequeño vehículo todo terreno llamado Sojournet que desde julio a septiembre de dicho año, inspeccionó el planeta rojo pero dado que la NASA es algo reservada en dar noticias, no estoy en absoluto, en condiciones de ampliar mi pobre información.

Aseguran que la Robótica va a transformar numerosas técnicas y añaden encima que su fiabilidad será superior por ejemplo, a la de un ayudante de quirófano, pero dado que casi todos los humanos somos especialistas en alguna cosa o actividad sin que para todo siempre necesitemos un diploma, no estoy seguro de que los robots puedan acabar con tantos puestos de trabajo o eso me parece. Desde luego, admiran esas innovaciones con tantos cambios que supongo que serán positivos aunque al mismo tiempo, estremezcan.

Me dice un buen amigo y médico experto que puede llegar un día en el que no sea otro humano el que nos intervenga quirúrgicamente; confíemos en que por lo menos, dejen al paciente elegir el riesgo que prefiera correr.

COMO ME ATRAE guardar datos de lo que representa el progreso, acudo a las fichas donde los acopio y me encuentro con la fotografía de una banda musical compuesta por cinco robots que recibían los visitantes del pabellón del Grupo Toyota en la Feria de Aichi (2005) dentro de la Exposición Universal que entonces, se celebró en Japón, bajo un lema sugestivo: La sabiduría de la naturaleza. Concurrieron al certamen 121 países, 4 organizaciones internacionales y otras no gubernamentales. Tan abundante participación procuraba crear un espacio de encuentro que acabe propiciando una sociedad más respetuosa con la naturaleza.

Aquella magna exposición recibió a más de 15 millones de visitantes. Gheorghiu I, el autor de La hora veinticinco, novela que leí a mitad del XX, ha sostenido a propósito de la robotización que las máquinas no toleran el desorden, la amargura ni la indolencia humanas, que los robots no pueden adaptarse los que somos y que debe ser uno, cada uno de nosotros, los que nos vayamos adaptando a los robots.

Gheorghiu se muestra harto explícito, al hablar del que llama «el esclavo técnico», esto es, el criado que nos hace cada día decenas de servicios de los que no sabríamos prescindir: labores domésticas, empujar nuestro auto, darnos luz, le echan agua... Aquella novela la tituló La hora veinticinco porque no aludía, decía, a la última hora, sino a una hora después. No estoy seguro, no lo recuerdo bien quiero decir, que fuera en aquella novela la de los robots, lo digo porque no me agrada dar por cierto lo que no tengo claro que lo fuese.

«Los hombres se han convertido en instrumentos de sus instrumentos», escribió Henry D. Thoreau y los Simpson de la TV dan por supuesto que «los robots son obreros, al 100% leales». Bueno, eso es posible pero ya lo veremos, los robots también se pueden equivocar; son humanos de origen.