Cada vez está más claro que el mundo es inseguro. Cuando decimos esto pensamos, normalmente, en las guerras que se multiplican en unos territorios habitualmente en el oriente de Europa. En todos los tiempos ha habido en nuestro planeta conflictos bélicos. A menudo han sido enfrentamientos limitados a unos determinados territorios vecinos, pero la historia ha recogido especialmente los grandes enfrentamientos bélicos que se han producido en Europa a lo largo de estos últimos siglos. Y el más reciente, de un alcance mundial.

Y ahora he leído los más de 450 muertos en un sismo en la frontera de Irak.

La dureza del terremoto ha sido muy notable: 7,3 grados en la escala de Richter. Y me he quedado pensando que no hay ninguna escala, ni ninguna cuantificación que permita describir -no precisar- y marcar la profundidad de un dolor humano. Hay una agresividad que no es medible. Es una cuestión personal. Y si queremos ir más allá, recuperemos la noticia de los terremotos que se han producido entre Irán e Irak para reflexionar sobre la violencia sísmica. Porque no ha sido la violencia humana la que ha producido el desastre. Ha sido el planeta, nuestro planeta, en el que vivimos con una dosis notable de confianza.

La Tierra todavía es un ser vivo, como lo demuestran unos hechos comprobables. Pero, ¿los científicos podrían hacernos saber aproximadamente cuánto durará la casa-Tierra? ¿Cuándo llegará el último sismo o la grandiosa y definitiva sacudida? Ahora encenderé una pipa.

*Escritor