La sociedad civil española acusa desde 2015 la desafección general y el hastío, por la parálisis de acciones políticas que nos conduzcan con rumbo acertado, en un proyecto ilusionante para nuestro país y sus ciudadanos, ambicioso, posibilista y que nos integre. Adecuado al momento actual, doméstico, así como al internacional, que garantice la democracia, el Estado de Derecho, la convivencia, la justicia social y el progreso, así como sentar bases de futuro.

La reciente encuesta del CIS, además de las tendencias electorales sobre los cuatro partidos políticos mas importantes, sitúa, tras el paro y la corrupción a la «clase política» como tercera preocupación de los españoles, por delante incluso de la situación económica (que mejora) y el vodevil de Cataluña y el procés. Tendencias confirmadas por la encuesta demoscopica de El País, donde se muestra el ascenso de Ciudadanos, y la opinión social sobre la inacción política del PP y de Rajoy, y de cuya desafección se sugiere que debería dar un paso al lado y plantear su relevo, por cualificados portavoces de su propio partido.

Todo ello mientras se constata la voracidad de los nacionalismos supremacistas y desintegradores, con la propuesta del «taimado» Eguibar, en nombre del PNV, que pasó rédito insolidario por sus cuatro diputados en la aprobación de los presupuestos del 2017, con un Cuponazo intolerable, y que junto con el esperpento catalán, muestran el resurgir del Neocarlismo, o un «comienzo de la IV guerra carlista», solicitando el derecho a decidir por encima de la Constitución y los Estatutos de Autonomía.

La paz no se puede comprar. Como comprobó Soraya con Oriol Junqueras, este pasado 2017, ni Rajoy con Urkullu, y quien te «ha vendido la misma». Desde el ya pasado «pseudoreferendum» de Mas, un 9-N, y la inacción de Rajoy y el PP aplicando simplemente la ley, han llevado a las provocaciones del independentismo catalán,. Desde septiembre pasado ha vulnerado reiteradamente la Constitución y el Estatuto de Autonomía, y con la huida de Puigdemont, socava la imagen y el prestigio de España y sus instituciones en nuestro entorno cultural, social y político de Europa y Occidente, hasta recordar a una República bananera, versus la cuarta economía de la UE y el décimo país del mundo en significación, historia, lengua y legados.

disfrutamos felizmente de una Administración de Justicia, marco legal y profesionales del Derecho que velan por el imperio de la Ley y la separación de poderes con el Ejecutivo. Ello no obstante, ante la inacción del Gobierno Central y ausencia de soluciones políticas nos lleva a la judicialización de los conflictos, porque tanto la Administración como los partidos, se dedican más a sus cálculos electorales que al interés general. Envidia del ejemplo cercano de Alemania, con la gran coalición, o de Francia con un presidente de la República con programa y definiciones de prístina claridad, tanto en Córcega como en la gobernanza de su nación.

Nos falta cultura de pactos de Estado en temas perfectibles y enquistados en estas casi cuatro décadas constitucionales. Educación, Sanidad, Justicia, Protección Social, Administración y convivencia, Política Exterior y Defensa... hasta un tema tan importante como un proyecto de país por la I+ D, creacion de conocimientos, apuesta publica y social por la ciencia y la investigación, ante una tercera Revolución Industrial basada en la transformación digital y la transición energética. Ahí está la iniciativa de la CE Europa Inteligente, para un rápido y sostenido desarrollo de la economía, y donde España hoy, está por detrás de 13 países de la UE, en el índice de economía y sociedad digital.

No es anecdótico el articulo reciente del rector de la Universidad Complutense, Carlos Andrada, llamando la atención sobre la caída en los últimos años de un 30% en la inversión en I+D, que lleva implícitamente a la disminución de producción científica, creación de patentes, conclusión de «carreras» de jóvenes investigadores, y limitación de la capacidad científica de nuestro país en el ámbito internacional. En estos momentos, cerca de 37.000 investigadores españoles, trabajan en el extranjero. Tienen complicada su vuelta, y estamos regalando a otros paises, el talento y la inversión que como sociedad hemos hecho en su formación.

Recordaba implícitamente Andrada con «nostalgia», los años 80, coincidiendo con el ingreso en la CE. Con Javier Solana en el Ministerio de Educación y Ciencia, y nuestro brillante e internacionalmente reconocido Químico y colega zaragozano, Luis Oro, en Investigación, (dentro de ese equipo), se realizó una decidida apuesta por la ciencia, y la investigación en la Universidad. Creando institutos de investigación en la Universidad, y potenciando las carreras de jóvenes investigadores pre y posdoctorales que podía conducirnos a que España fuese un país y un proyecto más ambicioso que el turismo y los servicios. En la «tierra noble», el presidente de Aragón logró, junto con la gran capacidad de negociación de los trabajadores de GM, que la factoría de Figueruelas continúe.

Y se han dado pasos, sabios, de la mano del equipo de Gobierno de la Universidad, con el doctor José Antonio Mayoral al frente, en buscar sintonias con la DGA, para que dentro del posibilismo de los presupuestos, nuestra Universidad y Aragón, hagan una apuesta pública y también privada por la Instrucción y la Investigación, como garantía de futuro. Confiemos. Talento hay. Se necesita definir el proyecto, e incorporarnos, sincrónicamente a lo anterior, a la tercera Revolución Industrial.

*Catedrático jubilado. Universidad de Zaragoza