Nos lo quieren inculcar hasta las entretelas: cuerpo de mujer, peligro de muerte; cuerpo de mujer, cuerpo violable. La sentencia de La manada lo deja claro: si te resistes es posible que te maten, pero te creeremos más que si te sale el instinto de supervivencia y, paralizada por el miedo, rezas a las diosas para que aquello acabe y al menos no te maten. España no es país para mujeres. El mundo, en general, tampoco es nuestro sitio. La compañera Irantzu Varela lleva tiempo utilizando en Twitter el hashtag #Esunaguerra para denunciar casos de violencia machista. Y tiene razón. Hay algo estructural e histórico que han analizado estupendamente autoras como Rita Laura Segato o Silvia Federici: la normalización de la violencia machista tiene como objetivo disciplinarnos, controlar nuestros cuerpos, coercer nuestra libertad de acción y movimiento. La caza de brujas nunca terminó aunque hoy sean otras las hogueras. Escribe Segato que «sin una paz de género no podrá haber ninguna paz verdadera», así que sí, #Esunaguerra.

El pasado jueves, en decenas de ciudades del país, nos tuvimos que tragar la rabia, contuvimos el vómito ante el voto particular del juez Ricardo Javier González y volvimos a mostrar nuestra fuerza tomando las calles, unidas contra una justicia injusta y patriarcal y un Estado cómplice, incapaz de llevar a cabo políticas públicas y legislaciones que garanticen una vida libre de violencia. Cada vez son más las personas conscientes de que una transformación social real pasa necesariamente por el feminismo y no hay nada que tema más el patriarcado y aquellos que lo alientan que mujeres libres venciendo el miedo que intentan imponernos. Por ello, repensaremos las estrategias y abriremos grietas en todos los espacios en los que estamos (los movimientos sociales, la academia, la política, los medios de comunicación…), sin bajar los brazos, porque como decía una de las integrantes de Madres Unidas contra la Droga en Fariña: «Yo no quiero descanso, quiero justicia».

Si #Esunaguerra, nos tendrán enfrente, pero no con sus modos, sino con nuestras propias herramientas. No dejaremos que se apoderen del lenguaje y lo tergiversen los garantes de un derecho profundamente androcéntrico, hecho por y para hombres, y llamaremos a las cosas por su nombre: violación y feminicidio. Resistencia y resiliencia. Sororidad y solidaridad. Agencia política. Esas son nuestras armas y las vamos a utilizar. No habrá ley mordaza que nos silencie y desbordaremos las calles y ocuparemos el espacio público -que también es nuestro, señores- todas las veces que haga falta. Ante «la pedagogía de la crueldad» que despliega la sentencia, no habrá paz para el patriarcado. Hermana, esta es tu manada. H*Doctora en Comunicación Audiovisual y Publicidad y activista feminista