La definición de memoria es muy clara y muy corta: la capacidad de recordar. Pero dicho esto, aparece una gran diversidad de interpretaciones del fenómeno de la memoria. Porque el cerebro, que es la casa de la memoria, tiene muchas puertas de entrada y de salida de informaciones, y algunas nuevas y otras tan envejecidas que han decidido jubilarse de recordar. No soy un experto en las funciones cerebrales, solo puedo observar el proceso de su decadencia. Y la diversidad de reacciones ante el proceso de la desmemoria. Con notables excepciones, la memoria se debilita como lo hace la energía física. El señor cerebro sabe qué vida quiere seguir haciendo y qué vida tiene que aceptar la jubilación. Hay quien conserva una memoria larga y admirablemente intacta. Mi cuñado, el escritor Néstor Luján, tenía una memoria extraordinaria. Hay quien tiene una memoria corta y quien tiene una memoria larga. Los amigos que son buenos memoriadores tienden a escandalizarse. «Es posible que no recuerdes que... ». No tengo defensa posible e intentar defenderse diciendo que me acuerdo un poco sería ridículo. ¿Qué poco? Es cierto que hay memorias largas y memorias cortas. Pienso que el interés por un tema puede ayudar a movilizar la memoria. Por eso se inventaron los memorandos. A veces, contándome un hecho y viendo mi cara, me han dicho imperativamente: «Haz memoria». Me gustan mucho estos versos castellanos: «Mi carta, que es feliz pues va a buscaros, cuenta que os dará de la memoria mía...». La memoria amorosa, que no quiere naufragar en la distancia. H *Escritor y periodista