«La historia la habéis contado vosotros. El poder es vuestro. Y si no podéis lidiar con ello, aceptar una broma o lidiar con vuestra propia tensión sin violencia, tenéis que preguntaros si realmente estáis a la altura de estar a cargo de todo». No son mías, las palabras, sino de Hannah Gadsby en Nanette, un espectáculo de comedia lleno de vida, de ternura, de inteligencia y de tristeza. La tensión no es incompatible con la risa, ni con la ira, y en Nanette es muy difícil discernir. Hannah necesita contar su historia, y hasta ahora lo ha hecho a través del humor, pero no puede quedarse siempre en la comedia. Porque faltaría a la verdad. Todos sabéis, dice, que no hay nada más fuerte que una mujer rota que se ha rehecho. El público la aplaude y la reconoce: Hannah lleva años teorizando y convirtiendo su vergüenza, su pudor y su dolor en monólogos y chistes. Una mujer que no encaja en los cánones que la sociedad nos ha vendido como normales, una mujer que crece en un pueblo en que la homosexualidad es considerada un delito y un pecado, una mujer que no ha comprendido que crecer entre homofobia te convierte en homófoba incluso cuando tú misma eres el foco de la propia rabia. Haciendo un repaso por su vida, indagando en sus conocimientos de artistas como Van Gogh o Picasso, desmonta todos los mitos de la historia que ha sido contada por hombres. De ahí el principio: ¿realmente están los hombres, que nos han contado la historia, que nos han dominado, que nos han usado como musas, vírgenes o putas, que nos han dicho cómo debemos ser y cuándo adaptarnos, realmente los hombres blancos heterosexuales están a la altura de estar a cargo de todo? Los hombres van a tener que dejar paso a historias como la suya, porque no son tan excepcionales como nos han querido hacer creer. H *Escritora