En la programación de la Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Zaragoza nos encontramos con un abanico de cursos a partir de este mes. Al adentrarnos en el apartado de corresponsabilidad y cuidados, hay un curso de iniciación a la cocina, otro de costura y planchado, dos de electricidad y taladro y finalmente otro de cuidar y cuidarse a través de las plantas. Hasta ahí todo parece normal. El problema es cuando empiezas a ver los requisitos…

Llama poderosamente la atención algunas cuestiones en quienes se plantean educar en estas políticas. En primer lugar, cuando se programa se entiende que antes ha habido un proceso que todo profesional debe seguir, una reflexión sobre el qué, por qué, para qué... Además, si esto ha sido así y se ha realizado el proceso rigurosamente, como es de recibo, ¿cómo puede plantearse que los cursos de plancha y cocina sean solo para hombres y los de taladro y electricidad, solo para mujeres?

No caben tales planteamientos en una concepción moderna y acorde con los nuevos tiempos de la corresponsabilidad… Es dar por hecho que todas las mujeres deben saber cocinar y que todos los hombres deben saber usar el taladro y manejarse en la electricidad. Eso sí, si es con las plantas, podemos ir juntos que es para los dos. Es un planteamiento totalmente incorrecto y como tal se debería modificar.

Nosotros creemos más en explorar un nuevo modelo de corresponsabilidad, que no etiquete ni roles ni actividades. Y es que, si empezamos mal, no puede acabar bien. Son muchos años de lucha, pero, aunque se han producido bastantes avances, también en los últimos años y con algunos jóvenes se aprecian retrocesos.

Bajo nuestro criterio, esto no debe seguir planteándose como una historia de enfrentamientos y luchas. El pasado es pasado y lo que nos sirvió en un momento dado, por las características de la sociedad, puede que no nos sirva para el actual. Estamos viviendo un nuevo paradigma en muchos aspectos de la vida, desde las propuestas sobre la igualdad y la conciliación familiar y la corresponsabilidad hasta la educación para toda la vida o la forma de entender el cuidado y respeto al medio ambiente y al planeta y cómo afecta la globalización en este aspecto. Aprovechemos este nuevo paradigma para avanzar. La corresponsabilidad va más allá de nuestro hogar, pero si nos ceñimos a él debemos entender que los planteamientos han de ser en positivo.

Así que, bajo ese prisma, seamos capaces de mirar de una nueva forma la corresponsabilidad. No se trata de colaborar en tareas del hogar. Va más allá. Es un compromiso entre la pareja, un contrato en positivo de encuentro y colaboración, en el que ninguna actividad es tuya o mía sino de una responsabilidad compartida. No se debe plantear como exigencia. Si partimos de la misma, planteamos mal el asunto y desenfocamos el tema desde el inicio. Si exigimos parece que damos por sentado que una parte es más responsable que otra y debe exigirle a la otra que participe. La corresponsabilidad es un contrato de buena voluntad de las partes en el que, por ejemplo, los dos comparten y se realizan en su paternidad o maternidad,en el cuidado y educación de los hijos o los dos son responsables del mantenimiento del hogar. Se trata de educar en este concepto desde la más tierna infancia y durante toda la vida, por medio de modelos y acciones que hagan que interioricemos este planteamiento. La mínima actividad educativa propuesta desde lo privado y lo público debe ir por buena senda y no confundir. Las instituciones y sus actividades deben dar ejemplo de ello.

Retomando el planteamiento del medio ambiente y su cuidado, en el que debido a la globalización ya no podemos pensar que una acción o decisión tomada en un lugar lejano no tendrá consecuencias presentes o futuras sobre el resto del planeta, tampoco podemos pensar que las acciones, cursos o actividades, bajo nuestro criterio erróneamente planteadas, no tendrán consecuencias. Si alguien lee algo así puede que creemos un movimiento que solo perjudica a un avance real en la corresponsabilidad. Y consigamos, en parte de la sociedad, el objetivo contrario para el que se planificó la actividad. Puede estar bien programar estos cursos, pero no es correcto plantear entre los requisitos que solo sean para hombres o mujeres, según la actividad, en una diferenciación que, aún realizada con buena fe, parece ocultar un lenguaje trasnochado y que puede entenderse como discriminatorio para ambos.

Estamos etiquetando y lanzando un mensaje subliminal que evidencia lo que la vieja sociedad machista piensa, que las mujeres deben saber cocinar y los hombres instalar un enchufe y como tal creamos unos cursos para que aprendan lo que no deben saber y dando por sentado que ya saben lo que sí tienen que conocer por su género. Desde las instituciones debemos educar para acabar con este mensaje lleno de prejuicios y nunca perpetuarlo mediante hechos. Reflexionar o evaluar nuestras acciones es un ejercicio muy sano y rectificar es de sabios...