Ver a la humorista Ali Wong es entender que la indignación de muchos humoristas e intelectuales hombres españoles ante las críticas a Rober Bodegas por sus chistes sobre gitanos es más un grito de desesperación ante la incapacidad de adaptarse a un mundo cambiante que no una defensa honesta del humor.

Ali Wong, junto a Sarah Silverman o Hannah Gadsby, demuestra que la comedia (de calidad) no es propiedad de hombres blancos. Podría tenerlo en cuenta el canal español #0, que presentó, con dos cómicas y 17 cómicos, la nueva temporada de comedia. En Estados Unidos, Wong rompe el tópico de que las personas de ascendencia asiática no son divertidas. No es baladí. Existe un gran debate sobre si la universidad de Harvard evalúa negativamente la personalidad de los estudiantes asiáticos en los procesos de admisión.

En los monólogos Baby Cobra (2016) y Hard Knock Wife (2018), grabados cuando estaba embarazada de sus dos hijas, respectivamente, Wong hace gala de un humor escatológico que bromea con el feminismo o el aborto que sufrió.

El humor de Wong crea una complicidad con el público basada en la inclusión, no en la exclusión. Ello le permite hacer una irreverente reflexión sobre el género y la raza en el EEUU contemporáneo. Ante ello, la defensa de Rober Bodegas queda expuesta como lo que es, una reivindicación de ser racista mediante el humor. De serlo, para más inri, con chistes más viejos que el ir a pie. Lo que se reivindica, en el fondo, no es el humor, sino el mal humor.

*Periodista