«Zaragoza es una ciudad amable, abierta, participativa, solidaria, acogedora». Con estas palabras suelo dar la bienvenida a las personas que recibimos en el Ayuntamiento y que representan a clubes deportivos, organizaciones culturales, vecinales, turísticas y comerciales. Son adjetivos que describen el espíritu de una ciudad que se siente, cada día, más orgullosa. Nos hemos sacudido los prejuicios, hemos levantado la mirada y hemos sacado pecho de nuestro talento local: artistas, autores/as, investigadores/as, deportistas... Zaragoza camina, como las grandes capitales europeas, hacia la sostenibilidad, el cuidado de su entorno y la salud de sus vecinos y vecinas. Respiramos un aire mejor, utilizamos energías limpias, transporte sostenible y avanzamos hacia una soberanía alimentaria. Hoy, Zaragoza es más moderna y vanguardista, al tiempo que permanecen con arraigo las tradiciones y actos populares. Nos visitan, más que nunca, de todos los rincones del mundo, exportamos proyectos de cultura comunitaria, artes escénicas, participación y tecnología. Somos referente nacional en la inversión social por habitante, con la mirada puesta en una ciudad cuidadora. Sentimos pasión por Zaragoza.

Estas fiestas del Pilar demuestran esa pasión de ciudad: un festival de festivales que recorre rincones de todos los barrios, danza y música en las calles y plazas, escenarios de río y juego, sorpresas de circo y fantásticas marionetas, cuentos bajo el árbol, risas y magia dentro de cada chistera. Zaragoza es cultura. Cultura entendida como un derecho social y un elemento transformador al servicio de la cohesión social. Es una herramienta de diálogo y de construcción de una sociedad más democrática, catalizadora de participación vecinal para hacernos crecer colectivamente y hacer de nuestra ciudad un territorio más justo e integrador. Un proceso que hemos comenzado a construir desde la infancia, con la colaboración de las compañías de danza, teatro y circo de la ciudad, con la lectura temprana, desde la implicación de los agentes culturales de Zaragoza, los espacios municipales y el personal que, día a día, hace que todo funcione. El éxito de nuestras residencias artísticas y el Centro de Danza, la treintena de compañías que pudimos disfrutar en Zaragoza Escena, el relieve de Harinera ZGZ en el panorama cultural nacional..., son solo algunos de los numerosos ejemplos que me pasan por la cabeza cuando escucho «Zaragoza» y «cultura» en la misma frase.

Para construir esa Zaragoza orgullosa debemos seguir profundizando en dos luchas ya emprendidas: contra la desigualdad social y el cambio climático. Nuestra ciudad es la tercera gran capital española en inversión social por habitante y la vivienda constituye un puntal para la garantía de los derechos sociales. La prevención de la exclusión residencial y la rehabilitación de edificios para combatir la pobreza energética son dos líneas de trabajo vitales para «que nadie se quede fuera», un concepto que no me cansaré de repetir. El parque público de vivienda ha crecido un 42% y desde mayo del 2015 hemos adjudicado 634 viviendas de alquiler social, el doble que en los cuatro años anteriores. Y sigue sin ser suficiente. La crisis no nos ha dejado, se ha cebado con las personas y familias más vulnerables. En este sentido, queremos dar un paso más con un ambicioso plan que contempla la construcción de 308 viviendas, la rehabilitación de 842 inmuebles y la generación de 1.300 puestos de trabajo. Podemos permitirnos acudir a financiación para llevarlo a cabo, por primera vez en siete años este ayuntamiento está en condiciones económicas para hacerlo. Unas condiciones y una economía que debe estar, siempre, al servicio de las personas.

Queremos y trabajamos por una ciudad que atrae inversiones y dinamiza la economía local, desde el comercio de barrio y el empleo público a proyectos de innovación que nacen de nuestras incubadoras y otros que llegan de la mano de empresas vinculadas a la movilidad compartida. Una ciudad que se quiere y se preocupa de su patrimonio, lo atesora y conserva, y recupera parte de sus edificios más emblemáticos, como el Mercado Central, la Imprenta Blasco, los Baños Judíos, el albergue municipal o los antiguos depósitos de agua de la ciudad, los Depósitos de Pignatelli. Una ciudad que cuida de su historia y mira hacia el futuro: Zaragoza, referente de la movilidad eléctrica. Esta es la primera capital española en la incorporación de taxis cero emisiones y totalmente accesibles. La renovación de la flota con 60 nuevos autobuses híbridos (con una reposición total de 253 buses urbanos en lugar de los 191 que estaban previstos) también nos permite avanzar en ese trabajo de preparación de la ciudad hacia un nuevo modelo energético en el que el vehículo eléctrico puede jugar un papel clave para abanderar la transición hacia las renovables. El ahorro de electricidad desde la institución más cercana al ciudadano es ejemplo de buenas prácticas (consumimos energías limpias y ahorramos 7 millones de euros al año), como lo es también la extensión de la red de puntos de recarga de vehículos eléctricos en la vía pública, el fomento de la bicicleta, la instalación de leds, y de placas fotovoltáicas en edificios municipales (lo que nos permite dejar de verter a la atmósfera cerca de un centenar de toneladas de dióxido de carbono), o la próxima compra directa de energía.

Creo que podemos sentir orgullo y pasión por una ciudad que lucha por la igualdad, que se reivindica en la calle como feminista, que es, cada día, más ecologista, más cultural, más innovadora. Una ciudad solidaria, referente en España en la cooperación internacional y ciudad refugio. Porque ciudades como la nuestra son protagonistas en un mundo de incertidumbres, ya que solo desde lo local pueden tejerse redes de apoyo mutuo. Y solo desde lo local podremos recuperar la humanidad pensando en una ciudadanía universal. H *Alcalde de Zaragoza