Opinión | El Independiente
Unos, consternados; otros, felices
Ayer, la consternacion y la alegría iban por barrios. Los demócratas lamentaban la elección de Bolsonaro en Brasil, mientras la derecha alternativa celebraba esa victoria como un logro casi superior a la conquista por Trump de la presidencia de los EEUU. Para las tribus adeptas al conservadurismo extremo, la jornada era como un sueño: los partidos tradicionales habían capotado en las elecciones de Hesse, Merkel (devenida en traidora quintacolumnista de la globalización cultural y racial) anunciaba que se irá a casa, y alguien, por fin, había atacado una sinagoga norteamericana para recordar (como me recordó mi amiga Mónica, descendiente de judíos askenazíes) que el odio al hebreo forma parte del mix. Esto último me ha fascinado sobremanera, pues yo creía que la crueldad neonazi del sionismo radical (Netanyahu y los integristas) había reseteado la imagen de los hijos de Israel convirtiéndolos en parte de la posmodernidad autoritaria y sin complejos. Pero no, hay cosas, y el antisemitismo es una de ellas, que nunca pasan de moda.
Ocurre que la democracia liberal (la de verdad, no la que exalta a dictadores criminales sean brasileños o españoles) se derrumba porque su momento histórico ha pasado. La Escuela de Chicago, la más señalada e influyente plataforma teórica a favor de la desregulación económica, tuvo su banco de pruebas en el Chile de Pinochet. Sus propuestas («más sociedad, menos estado») se dirigían contra el pacto social redistribuidor y cualquier otra pretensión igualitaria... Pero dejaban a la política la función de garantizar por la fuerza que nadie pondrá en cuestión el derecho natural de las élites a quedarse con todo. Externalizando y privatizando la seguridad pública, por supuesto. Es lo que hay.
Así hemos llegado a esta situación tan ambivalente (según el cristal con se mire). El viejo mundo contemporáneo, aferrado todavía a la Gran Coalición germana o a la mística populista del Partido de los Trabajadores de Brasil se derrumba ante el empuje de los bárbaros. La democracia languidece. Ríe o llora.
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